lunes, 23 de mayo de 2011

Dépor

They were denied a league title in the last minute of the last game, but still won the league. A biblical storm forced them to abandon the Copa del Rey final, running for cover as the hail threatened to split their skulls, but still won the Cup. They were 3-0 down to PSG, but beat them 4-3. They came from nowhere but reached a Champions League semi-final, and should have reached the final. They won the most hyped game ever, clinching the cup by beating Real Madrid at Real Madrid's home on Real Madrid's 100th birthday. They won at the Camp Nou, the Bernabéu, San Siro, Delle Alpi, Highbury, the Parc de Princes, Munich's Olympic Stadium and Old Trafford. They were big. For a while, they were amongst the biggest. They weren't called Super Depor for nothing.

And now they're gone.


(Sid Lowe, The Guardian, 23 de mayo de 2011)

Joder, qué mierda.

Ya, ya sé que esto no tiene que ver con la NFL, y que en el blog últimamente se habla más de otros temas que de lo que se supone que es su objeto. Ya. Y ya sé que este fin de semana han pasado cosas mucho más importantes. No para mí.

I got knocked down, but I'll get up.



Nunca había visto tanto ambiente en Riazor como el pasado sábado. Jamás, ni el día en que ganamos la liga, ni el día en el que la perdimos. Fue acojonante. No creo que seamos la mejor afición de España, no creo que estemos entre las mejores, ni creo que seamos un ejemplo. Riazor llevaba tres años semivacío, un domingo tras otro. Eso sí, los pocos que iban animaban sin cesar, de manera ejemplar. Y en cuanto los precios de las entradas se ajustaron a su valor (a ver cuándo los clubes de Primera se dan cuenta de que las entradas no valen lo que ellos dicen que cuestan, que por algo están los estadios vacíos), la respuesta no pudo ser mejor. Nunca había visto que se animase desde todas las gradas del estadio, desde Maratón a Pabellón, de Tribuna a Preferencia, todo dios empujando lo que buenamente podía. Pero el empuje de la grada no fue suficiente.

En estos momentos, en los que estamos sumidos en la mierda, creo que deberíamos hacer balance de lo que hemos vivido en los últimos veinte años. Mejor dicho, en los últimos veintiún años, que es de lo que puedo hablar.

Conviene recordarlo. Porque seguimos siendo ese equipo. Aquí no ha llegado ningún jeque, no ha llegado ningún multimillonario dispuesto a tirar su fortuna en el capricho del fútbol. Sigue mandando el mismo que entonces. Un tipo que en 1990 era el más listo de la clase, pero que parece anclado en esa época. Dicen que Lendoiro no tiene teléfono móvil, que él tiene que negociar en persona, mediante emisario, o hablando por el teléfono fijo de su despacho. Como se hacía en los noventa. Quizá ya sea el momento de que otros tomen la alternativa. De que la tecnología analógica deje su paso a la digital, aunque sin olvidarnos de la primera. El problema es que esos otros no existen. La crítica a Lendoiro, dejando aparte a un grupo de comunicación que se la tiene jurada (en una guerra muy sucia en la que los dos bandos me parecen igual de equivocados), es escasa. El aficionado del Dépor no lo critica. Con lo que hizo por nosotros, que nos cogió en Segunda y nos hizo ganar una Liga. Ya. Eso fue ayer. Pero qué ayer, es verdad.

El 2 de septiembre de 1990 fui a mi primer partido en Riazor. Es uno de esos recuerdos que nunca se olvidan. Primera jornada de la temporada 90-91 de la Segunda División. Deportivo-Elche. Ganamos por 2-0, goles de Peio Uralde y Jon Aspiazu. Empezaba la decimo octava temporada consecutiva del Dépor lejos de la Primera División. Uno de tantos equipos del montón, aunque para mí era "mi equipo". Fue una temporada muy divertida. Entonces yo tenía 7 años. Pero recuerdo perfectamente los partidos contra el Orihuela, la remontada contra el Sabadell, el derbi contra el Celta (que tuve que ver por la tele porque a mis padres les daba miedo que pudiese haber incidentes), o el debut de Djukic, en la recta final de la temporada, en el partido en el que goleamos al Lleida. Estuvimos "haciendo la goma" con los puestos de ascenso directo durante toda la temporada, y llegamos a la última jornada con él en la mano. Jugábamos contra el Murcia, que había sido líder de Segunda durante casi toda la temporada. Éramos terceros, a 1 punto del segundo, el Albacete, y a dos del primero, el Murcia. La victoria aseguraba el ascenso.


Ese día no me querían dejar entrar a Preferencia Superior con mi carnet de la grada de niños, después de toda la temporada haciéndolo. Pero entré. Y cuando no había transcurrido ni un minuto de partido la cubierta de la grada en la que estaba empezó a arder. Yo estaba pendiente del partido, recuerdo que el lateral derecho del Dépor centraba largo al segundo palo, que no había nadie para rematar, pero la gente no hacía caso a la jugada. Gritos, caos, unos saltaban al campo y otros salían a la calle. Yo me fui a la casa de mis abuelos, donde la familia veía el partido. Estaba a 15 minutos escasos del estadio. Me quedé ahí a verlo. Empate a cero al descanso. No nos valía el resultado. A los 10 minutos de la segunda parte marcó Stojadinovic, "Stoja", el 1-0 para el Dépor. No pude seguir viendo el partido. Me ponía demasiado nervioso. Me metí en la cama y cerré la puerta. Ni con el segundo gol de Stoja salí de la habitación. Hasta que terminó el partido, nada. Anda que no me puteó la familia por eso. Menudo valiente. Ya, qué le voy a hacer. Este vídeo resume lo sucedido aquel inolvidable día:


No hace tanto de aquello. No hace tanto, fuimos a festejar el ascenso a la plaza de María Pita. Y cantamos algo que sonaba a broma, que de hecho se decía de broma, pero que tan solo año y medio después cobraba sentido, y se convertía en una amenaza real:

"¡Barça, Madrid, ya estamos aquí!"

Joder, es que en ese momento, no es que no nos creyésemos lo del Barça y el Madrid, es que si nos dicen que vamos a estar veinte años en Primera quemamos la ciudad (bueno, yo era todavía demasiado pequeño para eso). Durante la última semana he leído varios artículos brillantes en el mejor diario deportivo de España (con mucha diferencia), El País. Cito lo que escribía hoy lunes Xosé Hermida en un excelente artículo: "Cierto que los aficionados de mayor edad también tienen la perspectiva suficiente para pensar que cuando su equipo logró el último ascenso, tras 18 años en Segunda y Tercera, ni un solo deportivista podía siquiera soñar que tardaría dos décadas en volver a caer. Y ni en la más delirante de las alucinaciones a nadie se le habría ocurrido pensar que en ese tiempo el Deportivo ganaría una Liga y dos Copas o tumbaría a grandes de Europa como el Manchester United y el Milan".

El primer año en primera fue un calvario. No lo recuerdo con especial cariño, nos salvamos de milagro, y sufrimos mucho más de lo que disfrutamos. Jugamos la promoción contra el Betis, al que ganamos por 3-2 la ida en casa. Aún recuerdo escuchar en casa el partido de vuelta por la radio. Sufriendo como cabrones, 0-0 en el Villamarín.

Al año siguiente cambió todo. Llegaron ellos: Bebeto y Mauro Silva. Junto a ellos, otros fichajes importantes, que contribuyeron a construir un equipo de elite: Claudio Barragán, Nando, Aldana, Voro, Manjarín, y más tarde Donato y Alfredo. Un equipo de la hostia. Una alineación inolvidable, que todos recitábamos de memoria.




Entonces llegó lo que todo el mundo ya conoce. La primera temporada del Súper Dépor fuimos terceros. Ganamos los cinco primeros partidos de liga, algunos de ellos auténticas exhibiciones, coronadas con la remontada frente al Madrid. Del 0-2 al 3-2, con gol final en propia puerta de Ricardo Rocha. Un día inolvidable (de tantos).

La siguiente temporada fue la que perdimos la liga. Los rivales tocaron a tres millones de pesetas por cabeza. No hace falta que cuente demasiado, todos conocéis la historia. De película. De tragedia. Decía antes del partido del sábado, y lo mantengo hoy, que aquello fue peor que esto. La decepción de esa liga perdida fue mayor que la de este descenso. Parecía que perdíamos algo que nunca jamás tendríamos la oportunidad de volver a conseguir. Teniéndolo tan tan cerca.

El final de aquel partido fue parecido al de este sábado: la afición aplaudiendo al equipo, consolando a los jugadores. Todavía no lo entiendo. No, los consolados deberíamos ser nosotros, no ellos. Ellos se irán a otro lugar, lo harán mejor o peor, se ganarán la vida, y esto se quedará en un triste recuerdo. Incluso puede que se vayan al rival que nos hizo caer, como en el caso de Djukic. Es lo que tiene el deporte profesional, tan desapegado de los colores, donde la lealtad a la afición es excepción. Las lágrimas de cocodrilo de los jugadores se evaporarán en poco más de un mes, cuando inicien un nuevo proyecto profesional, que siempre será "ilusionante" y por el que jurarán amor eterno. Y nosotros seguiremos tan jodidos.


Al año siguiente nos quitamos parte de la espinita. Esa Copa del Rey fue increíble. Todo un acontecimiento. Coruña (otra vez) se movilizó. Después de un ilusionado viaje en autobús, llegamos a un Madrid soleado. Mi madre, con toda la buena intención del mundo, nos había conseguido entradas en la fila 1 de la grada lateral, a pie de campo. No se veía una mierda, o por lo menos yo, que todavía era un mocoso, no me enteraba de nada. Tan cerca del campo era imposible. Pero el partido empezó bien, con el gol de Manjarín que nos ponía 1-0. Y ese día soleado, en el que mucha gente iba en pantalones cortos, se nubló, y cayó la de dios. La mayor tormenta que recuerdo. Antes de que se suspendiese el partido, antes de que Mijatovic lo empatase, ya habíamos subido a la puerta del vomitorio. No había quien aguantase ante tal tormenta. Y antes de que se suspendiese, ya corríamos por la Castellana, con el agua por las rodillas (por mis rodillas, que tenía 11 años). La idea era ver el partido en la casa de mi tío, que vivía cerca, pero cuando llegamos, con los calzoncillos empapados, ya se había suspendido. Al día siguiente volvimos a Coruña.

Quedaban 7 minutos para el final del partido. La prórroga era más que probable. No nos atrevimos a volver a Madrid. Aunque de la entrada quedaban poco más que los despojos (el agua había arrasado con todo), dejaban entrar en el Bernabéu a todo el que presentase un mínimo de acreditación de haber asistido al primer acto. Y al que no, también le dejaban pasar. A los 50 segundos de la reanudación llegó un momento que nadie en Coruña olvida. El gol de Alfredo. Es difícil describir el estallido de alegría que provocó ese gol. No era una liga, era un título menor, pero por lo menos para mí, ese día fue más feliz que cuando ganamos la liga.


Tras unos años insulsos, llegó Irureta. De la primera etapa de gloria quedaba poco, pero muy bueno: Fran, Mauro Silva y Donato. Hasta el estadio era diferente. Ya no había pistas de atletismo, y teníamos gradas detrás de las dos porterías.

El Dépor de Irureta era más rácano que el primer Súper Dépor. Tampoco es que este fuese el colmo de la alegría, ya que se basaba más en la solidez defensiva, con un sistema de cinco defensas, que en el ataque. Arsenio era de 5-3-2, Irureta de 4-2-3-1, con dos mediocentros defensivos rocosos, dos extremos abiertos a las bandas, un mediapunta y un delantero.

Durante esos años, del "segundo Súper Dépor" se fragua la deuda que nos lleva ahora al hoyo. Fichábamos como ricos, pero no lo éramos. El boom de la televisión de pago, que abonaba a los clubes cantidades astronómicas por unos derechos que no lo valían, hizo crecer el gasto de todos a niveles inasumibles. La tele prometía pagar X, el club pedía un crédito al banco por bastante más que X, el banco se lo daba con la confianza de que los activos adquiridos valían lo que se pagaba por ellos. Y se gastaba más aún, se aplazaban las deudas, con la esperanza de que el maná de las televisiones nunca cesase. No era verdad. El gasto era muy superior al ritmo de generación de ingresos.

Eran años en los que nos comportábamos como grandes, también en los despachos. Fichábamos a golpe de talonario: 1000 millones de pesetas por Rivaldo (que solamente duró una temporada), 1500 millones por Djalminha, 1100 millones por el Turu Flores y Manuel Pablo, 2000 millones por Duscher, más de 800 por Flavio Conceição (revendido por 4000 a Florentino, qué operación), 1000 por Pauleta, 1300 por Makaay, 2400 por Tristán, 3000 millones por Albert Luque... Un sindiós. El Dépor se gastaba lo que no tenía. Como casi todos, por otra parte, pero con mejor resultado.

Los importes asustan, pero la filosofía funcionaba. Básicamente consistía en fichar a los mejores jugadores de los equipos que descendían a Segunda: Pauleta del Salamanca; Makaay y Jokanovic del Tenerife; Turu Flores y Manuel Pablo de Las Palmas; Molina, Capdevila y Valerón del Atlético.

El resultado fue, de nuevo, un equipo poderoso que luchaba por la liga un año tras otro y que participó durante cinco temporadas consecutivas en la Champions League.

Volvieron las jornadas inolvidables. Nacieron nuevos ídolos. Los míos eran Djalminha y el Turu Flores. Dos jugadores diferentes, cada uno en su estilo. Eran la hostia. Djalminha, en algunos partidos (sobre todo los televisados) parecía Dios. Hacía lo que le salía de los huevos. Puteaba a los rivales sin piedad. Acojonante aquel partido contra el Celta que ganamos por 1-0 con golazo suyo. Se meó a todo rival que le salía al paso. Regates, pases de rabona con caño incluido, y esto. Pa correrse.


Ganamos una liga. ¡Joder, ganamos una puta liga!

Pero más que con la liga me quedo con algunos partidos. Eso es lo que más vale de aquellos días. Con los derbis contra el Celta, partidos cargados de tensión, de odio y de emoción en los que dos equipos gallegos nos jugábamos la cabeza de la liga (qué pronto y cuánto cambia el panorama). Ahí el Turu y Djalminha se crecían, y a los portugueses les caían collejas, tanto reales como figuradas, que son las que más duelen. Dicho esto, no le deseo mal al Celta en su salida del hoyo.

Me quedo con las hondanadas de hostias que le caían al equipo-que-no-debe-ser-nombrado cada vez que pasaba por Riazor. Curiosamente la mayor paliza llegó un día en el que empatamos. El partido terminó 2-2. Perdíamos por 0-2 al descanso. Al final, 29 tiros a puerta del Dépor. 6 al palo. Solo 2 goles. Y al salir del estadio, un cabreo de mil pares de pelotas. Éramos, inexplicablemente, su campo maldito.


Me quedo con la Copa del Centenariazo. El partido de mi vida, sin duda. Mi primer año de carrera en Madrid. Aquel 6 de marzo mis compañeros de clase me preguntaban por qué coño iba al partido, si la duda era por cuántos goles perderíamos. No negaré que yo también veía imposible la victoria. Pero qué día. Los abrazos en la grada con desconocidos durante cada uno de los dos goles y, sobre todo, cantar cumpleaños feliz a la afición rival. Impagable. Hasta la vuelta en el metro, yo solo, con una sudadera tapando mi camiseta y bufanda del Dépor, con cara de póker pero con una alegría inmensa por dentro.


Esta es mi crónica deportiva favorita. Escrita por el mejor periodista deportivo, en el más feliz de los partidos. Una victoria para la eternidad. No me resisto a transcribir el primero de sus párrafos.

El Deportivo tomó conciencia en Chamartín de que el edificio de la historia se construye a costa de la historia de los demás. Y no encontró mejor ocasión de demostrarlo que en la fecha del centenario del Madrid, en la casa de Di Stéfano y Puskas, frente al equipo de Raúl, Zidane y Figo. Su victoria tiene el carácter de los momentos inolvidables en el fútbol, por su sentido de la precisión simbólica y por la grandeza del desafío. Esta final de Copa no fue una cualquiera, sino una que se recordará por el impacto del resultado, del que no se sabe las consecuencias para el Madrid. Para el Deportivo supone la atronadora confirmación del lugar privilegiado que ha alcanzado en el fútbol europeo, éxito conseguido en el momento exacto, en el sitio justo. Desde ahora, este equipo tendrá un puesto en la memoria del fútbol, pues las consecuencias de la victoria trascienden el aquí y el ahora: es una Copa para la eternidad.

Me quedo con las inolvidables noches europeas. Lo repito siempre que tengo ocasión: el Dépor es el único equipo español que ha ganado en el Olímpico de Múnich y en Highbury. Para siempre quedará ese honor. Ganamos en San Siro, en Delle Alpi, en Old Trafford, en el Parque de los Príncipes...

No solo ganamos, cómo ganamos. The Guardian hizo hace un par de años un ránking de los diez mejores partidos de la historia de la Champions League. El Dépor era protagonista en dos de ellos. Una barbaridad.

En el décimo lugar, la remontada contra el Paris St. Germain. Perdíamos 0-3 al cuarto de hora de la segunda parte. Recuerdo que cuando Tristán metió el 2-3, se produjo tal explosión en el estadio que no cabía duda de que nos llevábamos el partido.


En tercer lugar del ránking de The Guardian está la hazaña final del Dépor. El último gran partido del Dépor. Y probablemente el mejor de todos. Contra el vigente campeón de Europa. La mayor remontada de la historia de la Champions en una eliminatoria a doble vuelta hasta la fecha.


Luego la cagamos. Es muy nuestro cagarla en un partido en casa en el que necesitas una victoria para conseguir algo importante. Valencia, Oporto, y de nuevo Valencia. Somos así. Las putas imágenes de la peña llorando en la grada, la euforia desatada que se convierte en decepción, el partido esperado en el que no somos ni capaces de meter un gol. Eso también es el Dépor.

Desde aquella eliminatoria contra el Oporto, todo fue cuesta abajo. Y se sabía que iba a ser así. Recuerdo que un amigo me comentaba que Lendoiro había dado una conferencia en su colegio mayor de Santiago, después del partido de ida de los cuartos de final de la Champions, en el que habíamos perdido 4-1 contra el Milan. Unos días antes de la remontada, Lendoiro ya anunciaba a los universitarios que el cuento se había terminado, que no había ni dinero ni crédito para seguir financiando la Utopía. Tocaba malvender lo bueno y fichar barato (ya fuera bueno o malo). Terminaron las maduras, llegan las duras.

Cada engendro fue peor que el anterior. Todas las temporadas se nos iba lo poco bueno que teníamos. Mejor dicho, lo que "parecía bueno" (o decente). Lafita, Coloccini, Arizmendi, Wilhelmsson, Verdú, Filipe Luis... Ninguna maravilla, pero jugadores decentes para la Primera División. A base de deshacernos de ellos nos quedamos con lo que nos lleva al hoyo: un equipo con una defensa blanda, sin un lateral izquierdo, con el peor centro del campo de la Primera División, y sin un delantero que sea capaz de meter un puto gol. Panorama desolador. Solo tres futbolistas. Aranzubía (el portero), Valerón (que se pasó dos tercios de la temporada en el banquillo, y merece un monumento) y Adrián (un delantero con calidad pero con poco gol). El resto, escoria. El resultado es el normal con estos mimbres.

Comentaba que hacía tiempo que no esperaba un partido del Dépor con tanta ilusión. Es así. Durante los últimos cinco años el Dépor ha jugado de asco. Con Caparrós y con Lotina. Ver un partido del Dépor era un auténtico suplicio. La deuda había acabado con la diversión. Hasta estas últimas semanas.

Durante estas últimas semanas volvió la ilusión por el Dépor. Es un amigo que te ha dado tanto, que nadie puede negarle un apoyo cuando está enfermo. Decía Vince Lombardi mientras su familia le preguntaba dónde estaba ese nuevo sitio al que se iban a vivir, Green Bay, que después de que él entrenase en esa ciudad, Green Bay saldría en el mapa. Coruña apareció en el mapa gracias al Dépor. Y a muchos nos hizo pasar algunos de los mejores momentos de nuestra vida. En su agonía, volvimos a vivir el equipo que puso nuestra ciudad en el mapa.

La situación después del partido de Gijón era crítica. Nos quedaban tres partidos, los tres contra rivales superiores. Tuvimos la inmensa suerte de que esos rivales se jugaban poco o nada. Si Athletic, Barça y Valencia se juegan algo importante en esos partidos, no sumamos un punto. Contra el Athletic cogimos aire, el Barça B nos regaló un punto, y el Valencia, casi sin querer y pidiendo perdón, nos remató. No fue el Valencia del 94. Salvo el portero. César, el portero de la noche del Centenariazo, y el mal hacer de los delanteros del Dépor, nos mandaron a Segunda. Un descenso merecido, porque no jugamos a nada ni le ponemos los cojones que suplan la falta de calidad. Los primeros cinco minutos del pasado sábado son de juzgado de guardia. En fin, mejor olvidarlo.

Lo que no podemos olvidar es al último gran héroe del Dépor. Juan Carlos Valerón. Cualquier elogio es insuficiente. Los últimos partidos que se ha marcado son para verlos. De verdad. Espectaculares. Físicamente está mal. 36 años y un currículum de lesiones devastador. Pero el que más ha dado la cara, el que más ha hecho por evitar el final. Gracias por todo. Por estar a las maduras, y quedarte con nosotros en las duras.

El caso es que la agonía terminó. Adelante, Deportivo. Liga Adelante, digo.

¿Volveremos? Más nos vale. Más nos vale volver pronto a Primera. Si no, el Dépor desaparecerá. No se pueden afrontar 50 millones de euros de deuda en Segunda División. Y no será nada fácil. Nada. No me digáis que el año que viene subimos seguro, porque no es así de fácil. La historia reciente nos lo demuestra. En los últimos cinco años, solo un equipo consiguió volver a Primera el año siguiente a su descenso a Segunda. Fue el Zaragoza. Sin embargo, cuatro equipos desdendidos de Primera cayeron a Segunda B. El último, este año, el Tenerife. La Segunda es muy jodida. Ni el Atlético de Madrid consiguió subir a la primera. Y era el equipo con mejor plantilla y más fuerte económicamente que jamás pasó por la Segunda División.

Se avecinan tiempos muy jodidos. Hoy todo son declaraciones de amor, de yo me haré socio en Segunda, de ahora más que nunca, pero ya veremos cuántos van a Riazor el año que viene y, lo que puede ser peor, el siguiente. Con el cuerpo del muerto todavía caliente todos lo queremos mucho, pero a ver qué pasa cuando, frío y putrefacto, los gusanos se lo intenten comer. Yo no puedo dar lecciones de nada, porque vivo y trabajo en Madrid y no podré ir al estadio. Salvo que los precios sean prohibitivos, volveré a hacerme socio por colaborar con la causa. Pero los que tienen que dar el callo los fines de semana (aparte de los jugadores) son los aficionados. Espero que los precios sean asequibles y vaya bastante más gente de la que frecuentaba Riazor las últimas tres temporadas. Tomemos ejemplo de las aficiones del Oviedo o del Cádiz, que merecen estar un par de categorías por encima de la que ocupan.

Y los años que vienen serán jodidos, porque cada vez menos chavales serán del Dépor. Yo tuve la suerte de que en mi primer año con conciencia deportiva el Dépor subió a Primera y luego vino el caviar. El panorama actual es muy diferente. Ya se percibía en los últimos años cuando los grandes venían a Riazor. No era extraño ver al padre con la bufanda del Dépor y al niño con la del equipo grande. El duopolio cada vez será más acusado, porque los demás equipos no existen, y las diferencias, lejos de estrecharse, seguirán creciendo. Oscuro es el tiempo que nos toca ahora vivir.

El Dépor no es un grande, a pesar de que durante unos cuantos años les dimos bien por el culo.

Nos vamos, como tantos otros. Es lo bueno del sistema "abierto" de las ligas europeas. Sí, es bueno. Económicamente compromete la viabilidad de los equipos, porque no se puede realizar una planificación a medio-largo plazo, pero es lo suyo. Nos vamos como se fueron otros con tanta o más historia que nosotros. Como en su día se fueron la Real, el Atleti, el Celta, el Oviedo, el Betis o el Sevilla. Como ahora mismo se van históricos como el West Ham, la Sampdoria, el Eintracht de Frankfurt o, si no lo remedia en la última jornada, el Mónaco. Es curioso: varios de nuestros verdugos europeos pasan por lo mismo que nosotros. El Eintracht, el Leeds United, el Mónaco. Disfrutad los que tenéis a vuestro equipo arriba, porque la hostia llegará. Salvo que juguéis con reglas distintas al resto, y creo que sabéis de qué dos equipos hablo.

Gracias a todos los que me habéis dado ánimos por el descenso. Han sido muchos los que se han acordado de nosotros en estos momentos de auténtica mierda, y la verdad es que no somos más que unos pringados más. Uno de los tres peores equipos de Primera, al hoyo por méritos propios.

Dépor. Como dicen por ahí, thanks for the memories. Ha sido la auténtica hostia.

Pero qué mierda, joder.

martes, 17 de mayo de 2011

La NFL se cierra hasta nuevo aviso

A la lengua española le falta una palabra para diferenciar lo "último y definitivo" de lo "último pero a lo que le pueden seguir otros en la serie". No sé si me explico. Los propietarios han ganado la última batalla, pero no será la última. En gallego tenemos la palabra derradeiro, que indica el final de una serie, mientras que al último le pueden seguir otros. Os propietarios gañaron a última batalla, pero non a derradeira. Bueno, quizá "final" sea una expresión válida en castellano: los propietarios han ganado la última batalla, pero no la final.

¿Por qué? Porque la Corte de Apelación (8th U.S. Circuit Court of Appeals) ha decidido por dos votos contra uno mantener el cierre patronal por tiempo indefinido. Como querían los que lo decretaron, los que querían la NFL cerrada. Ahora son estos los que tienen toda la ventaja negociadora.

Pretty fucked up, ¿que no?



La situación actual es la siguiente: la Corte de Apelación ha resuelto que se mantenga el lockout hasta nuevo aviso. Y hasta que el caso principal se termine queda una eternidad. Si no se llega a un acuerdo antes, la temporada 2011-2012 se cancelará.

La Corte de Apelación ha dicho lo siguiente: por un lado, que la juez Nelson, que había fallado a favor de los jugadores, no es competente para decidir sobre el caso; por otro, que lo más probable es que los propietarios venzan en el caso principal.

"In sum, we have serious doubts that the district court had jurisdiction to enjoin the League's lockout, and accordingly conclude that the League has made a strong showing that it is likely to succeed on the merits".

Los expertos dicen que al menos el cierre patronal durará hasta principios de junio. Eso como poco. Antes es imposible que las partes lleguen a un acuerdo. Y el 3 de junio tiene lugar una vista en la que las partes expondrán sus argumentos. Poco después llegará una nueva decisión de la Corte de Apelación sobre el caso, aunque en vista de la resolución que acabamos de conocer podéis imaginaros cuál será el resultado más que probable.

Es una pésima noticia. Peor para los aficionados europeos: si el 1 de agosto la guerra no se ha terminado, el partido de Wembley se cancelará. Todavía no se han puesto a la venta las entradas para ese partido, por si alguno se lo preguntaba. El año pasado, a estas alturas, casi todo lo que se había puesto a la venta estaba vendido.

Con todo, algunos expertos siguen siendo optimistas. Esta semana se reiniciaron las negociaciones ante un mediador. Se dice que empiezan a surgir las voces discordantes en el bloque capitalista: algunos dueños presionan para que la actividad se reanude. Ojalá sea así.

Además, los jugadores conservan una baza: la que les da la resolución del juez Doty que embarga el dinero que las televisiones iban a pagar a la NFL por la próxima temporada. La resolución está pendiente de confirmación, pero teniendo en cuenta la postura de este juez en casos anteriores (pro jugadores) y que tras lo decidido por la Corte de Apelación el lockout se mantendrá, parece probable que Doty confirme el embargo. Los propietarios no verán un dólar de las televisiones si la guerra no termina.

En el lado contrario, en el del pesimismo, Chris Collinsworth. El excelente comentarista de la NBC considera que en el mejor de los casos la regular season comenzará en noviembre. Si no, la temporada se cancelará íntegramente. No ve motivos para que los propietarios no intenten tensar la cuerda hasta obtener lo que quieren. Recuerdo, de nuevo, que son los dueños del capital los que han decidido cerrar el chiringuito, y que ahora los tribunales han confirmado que podrán seguir con el cierre hasta que se resuelva si la demanda de los jugadores estaba fundada. Esta última batalla hace pensar que la decisión podría decantarse del lado de la NFL.

Vamos, que hasta que los jugadores den lo que los dueños piden, no creo que se llegue a un acuerdo.

Tras la vista del 3 de junio tendremos nuevas noticias. Mientras, algunos jugadores se van entrenando por su cuenta. No están obligados a ello, dado que sus contratos laborales están en suspenso. Como ejemplo, el de los entrenamientos que está organizando (y financiando) Drew Brees para algunos de sus compañeros en los Saints.


Eso sí, haya temporada o no, el Madden 12 saldrá el 30 de agosto. Espero que no nos tengamos que conformar con una NFL virtual. Peyton Hillis ha sido el maldito esta vez (lo siguiente es un montaje, no la portada oficial):


Cambiando de tema, y ya para terminar, he de decir que personalmente en estos momentos me preocupa poco el lockout. Es lo que tiene que mi equipo se esté jugando la existencia. Es curioso. Hace años que no esperaba partidos del Dépor con tanta ilusión como en este fin de temporada. Si es que está claro que no hay nada peor que la mediocridad, el aburrimiento. Lo malo es que como fallemos el próximo sábado, sí que estaremos pretty fucked up. Y la última vez que nos enfrentamos a un Valencia que no se jugaba nada en la última jornada de liga, perdimos la ídem. Espero que no sea el derradeiro partido que juguemos en Primera este año.

martes, 3 de mayo de 2011

Un fin de semana de caos

Mi fin de semana empezaba bien. Bueno, no podía empezar mejor. Comenzaba con este conciertazo. Un espectáculo memorable. Como ejemplo, este tema que han colgado en YouTube. Esto sucedió el pasado viernes en La Riviera de Madrid:


Después un caos. Tocaba mudanza. Que es una buena noticia, ojo. Por suerte, me mudo a una casa mejor. Pero un caos. Quedas con la empresa que te va a hacer la mudanza a las 8 de la mañana y a las 9.30 no han aparecido todavía. Los llamas y te dicen que te habían intentado avisar de que les había surgido un imprevisto y que hasta las 11-12 no podrían empezar. Ea. Y llegan las 12.30 y siguen sin aparecer. Y llamas al comercial y te dice que su único compromiso es terminar la mudanza ese día, que ya llegarán cuando puedan (habían quedado en tener la mudanza terminada sobre las 3 de la tarde). Y que si empezamos con malos modos, se cancela. Y te cuelga. Situación de crisis, claro. Tenía que dejar libre el piso antiguo para el 1 de mayo y, de repente, el día anterior, parece que no viene. Y pasan las horas sin que llegue nadie ni el tipo coja el teléfono. En fin. Pero a las 2 de la tarde llegaron y, por suerte, completamos la operación con éxito. En nueva casa, con las cajas por todas partes. Seguimos deshaciéndolas, colocando todo donde buenamente podemos.

Con el lío de la mudanza, poca atención pude prestar al draft de la NFL, aunque gran parte de la chicha se ventiló entre el jueves y el viernes. Sin embargo, no me resisto a apuntar una serie de cuestiones que me gustaría destacar del evento.

La primera, el absoluto rechazo que despierta ya la figura de Roger Goodell. A un tipo tan encantado de conocerse a sí mismo como él y tan preocupado por su imagen pública como el actual comisionado de la NFL, esto no le puede haber resultado indiferente:


Sí, queremos football.

Abundan en estos momentos las evaluaciones sobre lo que han hecho cada una de las franquicias en el draft. De la A (sobresaliente) a la F (suspenso), las hay de todos los colores. En general, coinciden en señalar a Lions y Bucs como mejores alumnos y a Bears y Cowboys como peores. Sin embargo, todas estas calificaciones chocan con una dificultad insuperable: que cuando se debe evaluar cómo ha elegido cada equipo es a final de temporada (como poco), cuando los seleccionados hayan tenido oportunidad de demostrar lo que valen. Nadie habría otorgado una matrícula de honor a los Patriots el día después de elegir a Tom Brady en sexta ronda. Y probablemente es la mejor decisión que ha tomado la gerencia de esa franquicia en toda su historia. Demos tiempo.

Sin embargo, el draft sirve para ver cómo tratan de solucionar los equipos sus carencias. Nos sirve para saber qué es lo que creen más prioritario reforzar. Aunque en ocasiones no se seleccione al jugador de la posición más necesaria, sino al mejor (criterio de best player available frente a most needed position), las necesidades condicionan las elecciones, sin duda.

La operación más sorprendente fue la protagonizada por los Atlanta Falcons. En un movimiento que poco menos que suponía renunciar a las demás elecciones de esta temporada y buena parte de la siguiente, los Falcons consiguieron elegir en el sexto lugar de la primera ronda. Y en un equipo ya muy potente, que dijo adiós a la temporada tras recibir 48 puntos en su propio estadio, no fue para reforzar la defensa. Esta parecía la principal carencia de Atlanta. Sin embargo, los Falcons tiran la casa por la ventana para reforzar su ataque aéreo. Ni siquiera les vale para seleccionar al jugador que querían. Buscaban a A.J. Green (elegido por los Bengals en cuarto lugar) y se llevan a Julio Jones.

La jugada es muy arriesgada, y no solo porque (posiblemente) no haya podido ser ejecutada según lo planeado. Entre los que relativizan la importancia del draft (casi se podría confeccionar un equipo con opciones de luchar por el anillo entre jugadores que ni son drafteados), se incide en que si hay una posición en la que el dominio universitario no garantiza el buen rendimiento profesional, esa es la de receptor. Porque los defensores universitarios no son superdotados físicos, como los jugadores de las secundarias profesionales, y para muchas estrellas universitarias poco menos que es suficiente con echarse a correr hacia adelante, porque sus defensores no pueden cogerlos. En la NFL es diferente. En la NFL se enfrentan a portentos físicos. No es suficiente con tirar p'alante. Hay que trabajar duro, y a jugadores acostumbrados al jabón les cuesta. A algunos les cuesta trabajar el playbook y ser disciplinados.

No siempre sucede, pero si observamos el listado de ganadores del Fred Biletnikoff Award, que se da al receptor universitario más sobresaliente, encontramos varios casos de portentos universitarios cuya adaptación al mundo profesional fue (o está siendo) dura, como Michael Crabtree o Mike Hass (ahora en la UFL). También encontramos a jugadores como Larry Fitzgerald o Calvin Johnson, que no necesitan presentación. Pero, en general, el riesgo es alto. Sin la actitud adecuada, el aterrizaje es duro. Si no, que se lo pregunten a Mike Williams (el de Seattle), que ha necesitado muchos golpes hasta darse cuenta de que sin trabajo el triunfo profesional es imposible.

Además, encontramos bastantes casos de receptores no drafteados que se revelan como auténticas estrellas en la NFL: Wes Welker, Anthony Armstrong, Miles Austin, Davone Bess, Malcom Floyd, Antonio Gates (este, probablemente el mejor tight end de la historia, ni siquiera jugó al football en la universidad) y Lance Moore, por nombrar a algunos de los receptores en activo más conocidos que no fueron seleccionados en el draft.

Que conste que encontramos ejemplos en todas las posiciones (en la de running back, sin ir más lejos, tenemos al líder absoluto en yardas de carrera de la pasada temporada, Arian Foster, y al líder entre los novatos, LeGarrete Blount), pero la de wide receiver es quizá la más representativa.

Los Falcons han actuado como si solo les faltase una pieza para completar el puzzle, renunciando a casi todo para ello, y me da la sensación de que apuntan al lugar equivocado. Para consuelo de sus aficionados (sobre todo si son supersticiosos), el equipo que más puntos recibió en un partido de playoffs en 2010 terminó ganando la Super Bowl en 2011 sin reforzar significativamente (por lo menos en cuanto a nombres) su defensa en las primeras rondas del draft.

¿Y el lockout, qué? Pues como el fin de semana en general. En un caos que estamos. A última hora del viernes, la Corte de Apelación estimaba preliminarmente la petición de la NFL de que se suspendiese la resolución de la juez Nelson. El cierre patronal volvía a estar en vigor. Pero esa decisión de la Corte de Apelación es provisional, no definitiva. En breve se volverá a pronunciar sobre el asunto de forma definitiva. La NFL pide que se respete la vigencia del lockout hasta que se llegue a un acuerdo. Incluso llega a decir que el litigio se resolverá antes del inicio de la temporada, por lo que la medida cautelar concedida por la juez Nelson no sería necesaria. Veremos.

El primer gran perjudicado del recierre patronal parece Arizona. Se dice que tenían cerrado el intercambio por el que Kevin Kolb llegaría a los Cardinals. Eso explicaría que en una de las franquicias que peor tiene cubierta la posición de quarterback no se hubiese seleccionado a ningún jugador de ese puesto en el draft.

A todo esto, y cambiando radicalmente de tema, el Dépor se nos va a Segunda. Soy muy pesimista. El calendario que tenemos por delante es terrible. En estos momentos, casi firmaba salir la próxima temporada en Segunda División. Porque mucho me temo que en caso de descenso, el Dépor desaparece. Sin los ingresos de televisión que otorga la participación en Primera División, veo complicado que podamos malpagar como hasta ahora las cuantiosas deudas que hemos acumulado (y que, dicho sea de paso, han servido para construir memorables momentos como la Liga ganada o el Centenariazo). Solo espero que en los cuatro partidos que quedan hasta el final de temporada técnicos y jugadores se dejen los huevos. Contra el Hércules y el Atlético de Madrid no parecían ser conscientes de que la entidad se juega la vida. En fin, ya habrá tiempo (en su caso) para lamentarse.

Por cierto, el mismo entrenador que recriminaba a otro entrenador (que luego le venció en su propio estadio) que alinease a suplentes ("tirando el partido") frente a un equipo que no jugaba en su liga, hace lo propio cuando le conviene. La coherencia no está de moda. Y si no me creéis, seguid leyendo.

Sobre el asesinato del asesino

[A continuación, una reflexión filosófico-política que desagradará a los amantes de los fines sobre los medios; nada tiene que ver con el fútbol americano, por si os la queréis ahorrar]

Luego, para rematar el fin de semana, está lo de Bin Laden. No sé lo que habrá sucedido realmente. Fíate tú de las versiones oficiales. Pero bueno, ciñéndonos a la versión oficial del gobierno estadounidense, el asunto no puede resultar más escabroso. Vaya por delante que a nadie con dos dedos de frente le puede apenar la muerte de este malnacido. Un tipo que merece el mayor de los desprecios. Pero el proceder de los Estados Unidos no le va a la zaga.

Cuando conviene, a muchos se les llena la boca con expresiones tan rimbombantes como "estado de derecho", "derechos humanos", democracia o libertad. Se usan con mucha frecuencia para dar por sentada una superioridad moral que luego desmiente la propia actuación de los que las pronuncian. Invocan los derechos humanos o el estado de derecho solamente cuando les conviene.

Desde tiempos de los romanos, cuyo mayor legado es la lengua y, sobre todo, el derecho, cualquier sociedad mínimamente civilizada condena y excluye la aplicación de la Ley del Talión. La administración de la justicia debe recaer en un tercero independiente, sin interés en el resultado del pleito. Es una premisa fundamental para que exista justicia. Y elemento esencial e indispensable para que un Estado pueda considerarse como "de Derecho".

La Declaración Universal de los Derechos Humanos viene a plasmar lo anterior en su artículo 10. "Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal". Quién no estaría de acuerdo con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, solo un ser maléfico podría, ¿verdad?

Sobre estas bases (entre otras), todos los que se hacían llamar "demócratas" condenaban enérgicamente la organización por parte del Gobierno español de un grupo dedicado al asesinato de terroristas. Los famosos GAL. Esto es algo que no cabe en un Estado de Derecho. Es ponerse a la altura de los terroristas, decían con buen criterio algunos. Qué menos que ponerlos a disposición de la justicia (por poco equitativas que resulten sus decisiones algunas veces) y que los tribunales dicten la sentencia que corresponda. Eso es lo que se entiende que debe hacerse en una sociedad mínimamente civilizada.

No siempre. Parece que hay un límite a partir del cual los juicios no resultan necesarios. No hace falta una investigación rigurosa para determinar qué asesinatos son imputables, y en qué medida, a una persona. Ni hace falta escucharla. En esos casos, ya no hablamos de "guerra sucia", sino que aplaudimos las acciones de estos valientes militares. Y poco menos que salimos a las calles a celebrarlo. Como los que celebran la comisión de atentados terroristas, los asesinatos de personas.

En un alarde de coherencia, los mismos que abominaban a los GAL aplauden con admiración el asesinato de Bin Laden y parecen obviar que también han muerto otras personas (inocentes o no, da igual) que lo acompañaban. Es curioso cómo todos los aduladores de las barras y estrellas se olvidan de estos "insignificates" daños colaterales. Bin Laden representa el mal, no hace falta juicio para acreditarlo. Y cueste lo que cueste, que algo habrán hecho si están a lado de ese pérfido personaje.

Los juicios, para jipis harapientos. Para la "izquierda más dogmática" o, por qué no, "trasnochada". Ahora resulta que defender la aplicación de la justicia y no de la venganza es "de izquierdas" (hasta los cojones de la eterna dicotomía izquierda-derecha, siempre se reduce todo a eso). Lo que hay que leer.

Escudémonos en "la alegría de las víctimas". Demencial. Cualquier víctima de cualquier delito se alegraría del mal causado a su agresor. Si a un familiar le pegan una puñalada, es normal que uno le desee otro tanto de lo mismo al agresor del familiar. Sea un terrorista o un delincuente común. Por eso las víctimas no deben ser jueces. Elemental. Pero no, en este caso se utiliza la "cercanía a las víctimas" como justificación. Ojo, que también se hace con frecuencia a escala nacional. Las víctimas siempre pedirán venganza, pero lo que merecen es que se administre justicia hacia sus agresores.

A mí me parece una barbaridad. Cómo no. No es justicia, es venganza. Y me quedo perplejo al leer opiniones de "demócratas" y "defensores del estado de derecho" que halagan la acción de los Estados Unidos. Una acción sin juicio previo, invadiendo sin permiso alguno un territorio sobre el que carecen de jurisdicción y asesinando a inocentes de por medio.

Dos ejemplos rápidos, de conocidos periodistas. Uno, además, es aficionado al fútbol americano (y de los Packers). Pedrojota Ramírez y Manuel Marlasca. El primero, uno de los descubridores oficiales de los GAL y, por supuesto, primeros en condenarlos, aplaude el asesinato y justifica su legitimidad en que el Congreso de los Estados Unidos autorizó el crimen. Cojonudo. Basta con que el poder legislativo autorice un asesinato para que sea legítimo. Acojonante. Qué fácil sería acabar con los derechos fundamentales de la persona, ¿no? Bastaría con que otras 300 den su voto para ello. Baratico, baratico. No, no cuela, colegas. No es tan fácil.

El segundo caso me deja aún más perplejo. Marlasca no solo ensalza la acción, sino que en su Twitter habla con admiración de la persona que ejecuta al terrorista. Me quedo con esta perla: "Qué fuerte saber que hay un tipo que hoy o mañana le va a contar a su chica o sus hijos que se picó a Bin Laden". Escribe esto después de retuitear las palabras de otro que tal baila, que dice "Right now, somewhere on planet Earth, a U.S. Navy Seal is walking around thinking 'I just shot Osama bin Laden in the face'. Unbelievable". Toma ya.

No, lo vuestro es incompatible con la defensa del estado de derecho y de los derechos humanos más elementales. Estáis a su favor cuando os conviene. Lo siento, pero no vale. No sé lo que es "lo vuestro", pero me da miedo. Bien retratados quedáis, eso sí.

Incluso parece que la mera reflexión está prohibida. En la que se autodenomina "tierra de los libres" en su propio himno, la libertad de pensamiento está perseguida (aunque lo de los himnos inapropiados da para tema aparte, porque cierta entidad deportiva, sabéis de cuál hablo, incapaz de asumir las responsabilidades derivadas de una derrota dice en su propio himno "cuando pierde da la mano / sin envidias ni rencores / como bueno y fiel hermano"). Si el trapo de las barras y estrellas está de por medio, nadie puede cuestionar la corrección de las actuaciones. Uno de los poquísimos que lo ha hecho es el jugador de los Milwaukee Bucks de la NBA Chris Douglas-Roberts, que en su cuenta de Twitter escribió lo siguiente:

It took 919,967 deaths to kill that one guy.
It took 10 years & 2 Wars to kill that...guy.
It cost us (USA) roughly $1,188,263,000,000 to kill that...........guy. But we #winning though. Haaaa. (Sarcasm)


Como no podía ser de otro modo, en una tierra de fanáticos le están moliendo a palos. No se puede cuestionar el pensamiento único, más potente todavía cuando se disfraza con el uniforme de la libertad (qué bonita palabra). Esto contesta al aluvión de críticas Douglas-Roberts, que ya puede irse buscando un contrato por el baloncesto europeo:

what's stupid about what I'm saying? Please tell me. I'm against MORE people dying for no reason. What's dumb about that?

Whatever happened to our freedom of speech? That's the problem. We don't want to hear anything that isn't our perspective.

What I'm sayin has nothing to do with 9/11 or that guy. I still feel bad for the 9/11 families but I feel EQUALLY bad for the war families.


Al anterior se le pone a parir. A otros que escriben estupideces como "desde la muerte de Hitler no veía a la gente tan contenta por la muerte de alguien" (Hakim Warrick, Phoenix Suns; y tú qué habrás visto cuando murió Hitler) se les aplaude. No importa el discurso con tal de que se alinee con la postura que más conviene.

EDITADO: parece que a Mendenhall también le ha dado por pensar, como podéis leer aquí.

Para rematar la jugada, los superhéroes tiran el cadáver al mar (comportamiento típico de delincuentes comunes). Por lo menos, eso dicen. La excusa, que su hipotética tumba no se convierta en lugar de peregrinación y exaltación del terrorismo. Como si ese malnacido no fuese ya un mártir. Y esto no sirve sino para que se abran las especulaciones sobre la situación real de este ex-empleado de la CIA. Ay, si hablase Bin Laden en un juicio de cómo colaboraba con los Estados Unidos en sus inicios. Menudo marrón, ¿no? Pues nada, lo asesinamos y tiramos el cadáver al mar. Un comportamiento propio de un Estado de Derecho, del defensor de la democracia y de las libertades en todo el mundo. ¡Iu es ei, iu es ei!

Venganza pura y dura. Volvemos a los tiempos de la Ley del Talión, ovacionada casi unánimemente por los líderes políticos y de comunicación, partidarios (o eso dicen) del "estado de derecho". Queda claro que lo de "estado de derecho" es un mero nombre, vacío de contenido. STAT ROSA PRISTINA NOMINE, NOMINA NUDA TENEMUS. De la rosa nos queda únicamente el nombre.

Bueno, quizá todo esto forma parte de la naturaleza humana. No en vano, desde que se tiene constancia, el ser humano ha estado siempre, siempre, siempre en guerra. Matándonos los unos a los otros, ya sea por argumentos cuya prueba resulta imposible (la religión), ya sea por poder ordenar qué debe hacer alguien, argumento exaltado frecuentemente mediante la idea de alzar un trozo de trapo sobre un territorio, idea que conmueve a masas −eso es lo que es una bandera, un trozo de trapo que mueve voluntades− (política), ya sea para obtener una mayor cantidad de medios de pago (la economía). Siempre a hostias. Siempre hay una excusa para ello.

El ser humano es maravilloso.