Derbis

derbi.

(Del ingl. Derby, nombre de una famosa carrera de caballos, fundada por el conde de ese título).

1. m. Competición hípica, especialmente aquella que se celebra anualmente y en la que corren ejemplares de pura sangre de tres años de edad.

2. m. Encuentro, por lo común futbolístico, entre dos equipos cuyos seguidores mantienen constante rivalidad, casi siempre por motivos regionales o localistas


Qué pedante y pomposo queda comenzar un artículo con una entrada del Diccionario de la lengua española, ¿verdad? No es la primera vez que lo hago. Viene al caso porque se avecina un fin de semana de derbis. Sí, derbis, nada de clásicos. Ya lo escribía el pasado mes de enero (anda que no me repito, se me agotan las ideas). Está bastante generalizada la poco fundamentada creencia de que un derbi solo se produce cuando se enfrentan equipos de la misma ciudad. Que no. Que no tiene por qué.

Hay derbi cuando los equipos se odian. Mejor dicho, cuando las aficiones se odian. Este fin de semana habrá unos cuantos. Aunque para mí, el importante es uno. El Dépor-Celta, por supuesto. Todos los demás acontecimientos deportivos del próximo finde son secundarios. Advierto que en este artículo abunda lo no footballístico, por si alguien se lo quiere ahorrar.

Supongo que Yo te sigo, de los Calzones Rotos, es una música adecuada para esta entrada.



¿Por qué nos caemos tan mal? Realmente no hay ningún motivo racional. Más allá de la reciprocidad, claro. Los odiamos porque nos odian. Y ya. Un odio irracional, pero no puedo negar que les tengo cierta tirria. Ha ido decreciendo con el tiempo, porque, como digo, con estos no tengo motivos. A otros sí que les tengo asco con motivo. Los expliqué en su momento de forma oculta. Y con el paso del tiempo no remite. Con el Celta me sucede al revés. Si no fuese por la reciprocidad, por lo que les gusta darnos por saco en cuanto pueden, ya me habría olvidado de ellos.

Desde pequeño te enseñan a odiar al eterno rival. Nunca me lo enseñaron en casa, creo. No sé dónde lo aprendí, pero desde que tengo “conciencia deportiva” −más bien “deportivista”− sé que hay que odiar al Celta. Supongo que fue casi automático. Estaba en el ambiente: soy del Dépor, ergo detesto al Celta. Hate is in the air.

No, el derbi gallego no es sano. Existe una rivalidad excesiva, visceral, “mal entendida”. Nunca he ido a Balaídos a ver al Dépor. En alguna ocasión nos habíamos planteado viajar, pero el riesgo (físico) era demasiado alto. Si llevas un coche con matrícula de Coruña a Vigo (o con matrícula de Pontevedra a Coruña) en día de derbi, el riesgo de que lo revienten es alto. Si llevas una bufanda del equipo visitante, también te expones a que te caigan unas hostias. Demasiado gilipollas en las gradas. Ni fiesta del fútbol gallego ni pollas. Eso es una guerra en toda regla. Por culpa, fundamentalmente, de un grupo de indeseables.

El domingo pasado, cierto entrenador de cierto equipo halagaba a un grupo de delincuentes neonazis, alentando al resto de su afición a tomar ejemplo de esta panda de hijos de puta. Hacen ruido. Razón suficiente para venerarlos. Qué pena. Así está el fútbol español. Ningún equipo hace nada para expulsar la escoria que los rodea. Ninguno. Me decía el otro día Jordi, de Illegal Return, por Twitter, que solo Joan Laporta lo había hecho. Es verdad. Por desgracia, su sucesor ha promovido la vuelta de los animales al estadio.

Es que son los únicos que animan. Si no fuera por ellos, esto parecería un entierro. Anda que no habré escuchado veces este argumento. Y qué. Prefiero estadios silenciosos a lugares en los que exhibir el distintivo de un equipo visitante sea actividad de alto riesgo.

Riazor no es excepción. Por desgracia, también tenemos nuestro grupo de imbéciles. Conocí a uno que se integraba en ese rebaño. Iba a mi colegio. Actualmente y desde hace muchos años no tengo ninguna relación con él (ni con ningún integrante de ese grupo, por suerte), pero me ayudó a comprender cómo es esta gentuza. En cierto modo tuve suerte, porque comprendí bien cómo eran de verdad, que lo de los cánticos, tifos y demás puede parecer muy bonito. Además son de los nuestros. Falso. Los suyos son de una especie aparte. No sé si estábamos en 3.º de BUP o en COU. Ese chico pertenecía al grupo ultra del Dépor. Un profesor, cuando se enteró, alarmado, le ofreció su ayuda para salir de ese mundo. No creo que haga falta aclarar que ese tipo de ofrecimiento, por mucha buena intención que le ponga un profesor, es absolutamente inútil. No obstante, el profesor invitó al chaval que contase su experiencia como integrante de esa bandaen clase. Dando una exhibición de la hipocresía que caracteriza a esta peña, el chaval dijo que toda la violencia que se dice que rodea a los ultras no es más que un invento de la prensa, que exagera estos episodios excepcionales y esporádicos, y que ellos no eran violentos ni buscaban pelea (evidentemente no lo dijo con estas palabras, demasiado sofisticadas para su capacidad intelectual). Minutos después de decir esto públicamente en clase, ya en privado, preguntó a varios alumnos si se apuntaban ese fin de semana a una “cacería de putos celtarras”. Así, tal cual. Os ahorro los episodios de violencia cobarde que conozco de estos animales, que siempre actúan en manada. Conozco unos cuantos. Tristemente célebre fue el episodio en el que uno de estos hijos de puta mató a otro aficionado en Santiago. A un aficionado del mismo Dépor, que les recriminaba lo que le estaban haciendo a un aficionado del Compostela. Así son.

Ese es el tipo de gente que desgraciadamente abunda en los fondos de los estadios de fútbol. En todos. Pero los equipos, lejos de intentar desterrar a estos descerebrados, los privilegia. Y los halaga, como el arrogante entrenador maestro en excusas. A lo mejor se siente identificado en cuanto a los modales que se gastan los ultras.

Estos criminales suelen gozar de ventajas que el aficionado corriente, el que no daría una paliza a otra persona por el mero hecho de que anime al rival, no tiene. ¿Por qué? Porque hacen ruido. Pedazo de argumento. Sin embargo, hacen mucho daño. Son peligrosos, no solo para las víctimas de su comportamiento cobarde, sino (sobre todo) para los pobres chavales que reclutan en su causa. Adolescentes sin criterio atraídos por la mierda que venden estos cabrones. Bastante triste. Tampoco quiero dramatizar en exceso, sino simplemente dejar claro que esta peña me da asco y que los clubes deberían estar obligados a promover su exilio. Si no se saben comportar, que se vayan a tomar por el culo.

Voy a descubrir la rueda (ojo): no hace falta ser un delincuente para animar a un equipo. Sorprendente, ¿verdad? Los delincuentes, a su puta casa. Durante bastantes años he ido a ver los partidos del Estu en la grada de la (D)emencia. Que anima sin violencia. Y no es solo una rima. Recuerdo un derbi contra el equipo-que-no-debe-ser-nombrado en el Palacio de los Deportes hace tres o cuatro años. Fue entre semana, en las primeras jornadas de liga. Palmamos. En el mismo fondo de la (D)emencia estaba un chaval con una bufanda del equipo rival, que celebraba ostensiblemente las canastas del enemigo. No le pasó absolutamente nada. Como debe ser. Con esto no quiero decir que la (D) sea un ejemplo de comportamiento. Ni lo es ni pretende serlo. A mí me caen bien, pero no soy imparcial. Lo que sí tengo claro es que es gente que anima a su equipo sin darse de hostias con los aficionados rivales. Qué triste que esto sea algo destacable. En el fútbol parece una utopía.

Ah, también me gusta su manera de dar por saco a los jugadores rivales. La mayoría de las aficiones recurre al imaginativo hijos de puta y similares. Un cántico prodigioso, pleno de ingenio, que se escucha en cualquier estadio o cancha deportiva española. La (D) recurre de vez en cuando a otros cánticos. Que molestan más, porque son diferentes. Yo me parto.

(Bueno, no pretendo dar lecciones de cómo se debe o no se debe animar. Solo quiero dejar claro que no hace falta ir de matón para alentar a tu equipo)

Volviendo al Dépor-Celta, por culpa de los respectivos grupos de animales, los aficionados del equipo visitante no pueden estar tranquilos en un derbi gallego. No solo los aficionados del equipo visitante. Tampoco pueden estar tranquilos ni los propietarios de los vehículos matriculados en la provincia contraria. Si es que esta rivalidad no es sana, ni mucho menos. Y los jugadores no ayudan a templar los ánimos. No pretendo ir de meapilas ni cogérmela con papel de fumar. A mí me mola que haya morbo y que el partido se caliente. Incluso las tanganas me entretienen. Todo esto me parece divertido, dentro siempre de unos límites. Cuando la tensión puede contagiarse a la grada ya no me hace tanta gracia.

Hay un chico en el Celta (un jugador, aclaro) que se comporta como uno de estos energúmenos. Se llama Iago Aspas. Y tiene un amigo en el Betis que también es un prodigio intelectual, Jonathan Pereira. El tonto de Aspas no es la primera vez que rebuzna antes de un partido importante. El caso es que el pasado martes, Aspas concedía una entrevista al As. En ella se declaraba "antideportivista". Nada especial, en su derecho está. Lo especial está en este pasaje. Glorioso.

Dígame un recuerdo especial de antiguos derbis.
Sobre todo me acuerdo cuando perdimos 0-3 en Balaídos. Vagner le dio una patada a Diego Tristán y se fue más aplaudido que si se hubiera ganado.

¿Usted aplaudió?

También, por supuesto. Yo tendría unos diez años y me acuerdo que estaba en la grada de Tribuna viendo el partido. La verdad es que lo celebré porque fue una provocación de Tristán.

Me parto, de verdad. Porque soy del Dépor, claro, que si fuese del Celta supongo que se me caería la cara de vergüenza. Su mejor recuerdo es un partido en el que palma su equipo. Por cierto, fue 0-2, no 0-3. Ni de eso es capaz de acordarse. Pero tampoco pidamos demasiado a este cráneo previlegiado. Mirad la acción en cuestión. Como para no estar orgullosa de ella.

Espero que Aspas tenga oportunidad de terminar el partido del domingo del mismo modo que Vagner aquel día. Todos quedaríamos contentos.

Hay más. Y no sé si peor, por el grado de estupidez que revela. Aunque como en el caso de Aspas, su idiocia despierta hasta cierta ternura. Este miércoles, Jonathan Pereira, futbolista del Betis, publicó el siguiente tweet: "Opino y pienso lo mismo que mi amigo Iago Aspas!!!!". En vista de ese tweet, una avalancha de indignados deportivistas recriminaron al Jonathan su comportamiento. En particular, su apología de la violencia. Basta un dedo de frente (ni siquiera hacen falta dos) para entender que en las palabras de Aspas se halaga una conducta violenta. El Jonathan es tan cortito que ni eso. Ojo lo que contesta el Jonathan a los citados tweets recriminatorios: "NO apoyo nngun acto de violncia!y mns 1a entrada dura!qhay mucho tonto insinuandolo!qqed claro!aqi dejo a mi gato CELTA". (sic) Olé. Claro que sí, hombre, claro que sí. Que hay mucho tonto insinuando que apoyas algún acto de violencia. ¡Pero a quién se le ocurre! ¡Por favor!

Qué capacidad intelectual. Estremece.

Ahí no termina la cosa. Que en el Dépor tampoco somos nobles caballeros intachables. El panfleto oficial del club, lejos de quitar hierro al asunto (como sí hicieron Aranzubía y Valerón, por ejemplo), echa más gasolina al fuego dando publicidad a los rebuznos de Aspas. Además, Djalminha, tildaba esta semana de "bonita" esta mítica colleja:

No seré cínico. Ni meapilas. A mí esa colleja me moló. No es, ni mucho menos, mi recuerdo favorito de los derbis (raro que soy, que me quedo con los goles del Turu Flores o el golazo de Djalminha). Pero sí, me hizo gracia. Un puteo cojonudo. Ahora bien, si fuese el collejeante, tampoco iría presumiendo de la acción, que no deja de ser una guarrería. Más gasolina para el incendio.

El derbi es el domingo a las 8 de la tarde. Como para perdérselo. Lo dan por Canal+ (ahora se llama Canal+ 1), Riazor se llenará. Más de 34.000 personas en un partido de Segunda. No está mal. Más que en la mayoría de estadios de Primera un finde normal. 1.700 celtistas. Más de los que suelen ir a Balaídos cada fin de semana (lo siento, no podía evitar esta pequeña puya).

Con este panorama, comprenderéis que entre las 8 y las 10 del próximo domingo deje de prestar toda mi atención a la NFL. Salvo que nos apalicen, claro, en cuyo caso intentaré centrarme en otras cosas que me hagan olvidar mi encabronamiento. Y no soy nada optimista, porque el Dépor está jugando de auténtica mierda y el Celta viene en racha. Por suerte para nosotros, Jesús Vázquez (no el de la tele, sino otro que se supone futbolista) está sancionado. Por desgracia, otros jugones (nótese la ironía) como Ayoze o Aythami sí estarán. En fin. Que hay que ganar como sea, joder. Toda Galicia, o por lo menos todo el deportivismo y el celtismo, estará en vilo por este partido. No nos falléis, cabrones, que ya van unas cuantas.

También tenemos derbis footballísticos este fin de semana. En la NFL. Aunque creo que los derbis más intensos se producen en el fútbol universitario. Suele hablarse de las rivalidades entre los Texas Longhorns y los Oklahoma Sooners (la Red River Rivalry) y entre Ohio State y Michigan (The Game) como las más intensas del deporte estadounidense. Otra que no les va en absoluto a la zaga es la Iron Bowl, la rivalidad entre dos universidades del estado de Alabama: Alabama y Auburn.

Aún faltan un par de fines de semana para que se dispute el partido entre Alabama y Auburn, pero aprovecho este artículo dedicado a los derbis para recomendaros el documental Roll Tide/War Eagle de la ESPN. Lo incrusto a continuación, pillado de YouTube. A ver si no lo retiran.

Cambiémonos a la NFL. Ahí las rivalidades no son tan viscerales. La madrugada del lunes al martes llegará mi derbi particular en la NFL, aunque un poco descafeinado. Ya no están Favre ni Moss para animar el cotarro. Qué tiempos, eh. Lo he dicho en varias ocasiones, aunque los Chicago Bears sean el rival histórico, los que me caen gordos de verdad son los Minnesota Vikings. Y creo que no soy el único cheesehead al que le pasa esto. Vikingos no. En ningún deporte. Si es que mirad qué gente más maleducada.

(Vale, admito que es divertido). Como decía, el equipo al que se le tiene más ganas por Lambeau Field (creo que) son los Vikings. Porque son el equipo contra el que los Packers más tiesas se las han tenido últimamente. Los enfrentamientos por el campeonato de división han sido frecuentes en los últimos años, y en postemporada también ha habido enfrentamientos duros (como el del vídeo anterior). Además, contra Chicago, el rival histórico, hasta la temporada pasada nunca se habían cruzado los Packers en playoffs. Y Green Bay y Minnesota están muy cerca.

Con todo, los derbis en la NFL son otra cosa. Ahí los aficionados visitantes pueden llevar con tranquilidad los distintivos de sus equipos. No arriesgan su integridad física haciendo gala de sus preferencias. Ya veréis como el lunes en Lambeau hay muchos intrusos lilas (que son unos lilas) por las gradas. Eso me da bastante envidia del deporte profesional estadounidense. Que hay pique, sí, pero la violencia en las gradas es un fenómeno casi inexistente.

Como adelantaba, el duelo entre Packers y Vikings (también conocidos como Viqueens) llega un poco descafeinado. Aparte de la ausencia de Favre, Minnesota llega con tan solo dos victorias, lejos de Green Bay en la clasificación. Pero que nadie se piense que no van a salir con ganas de dar caña. Que Jared Allen, ese puto ogro, intentará aplastar a Aaron Rodgers.

El domingo veremos otro par de duelos muy calientes. ¿Podemos decir derbis? Por qué no. Me refiero al Atlanta-New Orleans y al Jets-Patriots. También se disputa un Bengals-Steelers, pero a pesar de la posición privilegiada de Cincinnati creo que las cosas andan relativamente tranquilas. Pittsburgh tiene mucho odio que desahogar con Baltimore.

En el Falcons-Saints van a saltar chispas, seguro. Tengo un colega de los Falcons que siempre aprovecha para recordarme lo malos que son los Saints. Yo no termino de creerme lo que dice. La última que me contó, del año pasado. La última vez que los Saints jugaron en el Georgia Dome, se llevaron la victoria. Y, según parece, algunos jugadores de los Saints se mearon en el logo de los Falcons (literalmente). Este domingo los dos equipos se juegan mucho. Pero bueno, que los Falcons no son unas hermanitas de la caridad. Al revés. Sus rivales se quejan frecuentemente de las malas artes del equipo de Atlanta. Recordemos las polémicas con Green Bay y Detroit esta misma temporada. Partido muy pero que muy interesante. Y decisivo.

La madrugada del domingo, otro plato fuerte. Jets-Patriots. Otros que se profesan altas dosis de odio. Y que se juegan el liderato de división. Todos recordaréis los estridentes episodios de la temporada pasada. Tras un triunfo para cada equipo en regular season, los Jets eliminaron a los Patriots de los playoffs en Foxboro. Esta temporada, New England se ha llevado el primer asalto. Ahora New England visita New Meadowlands con tan solo un partido de ventaja. el mismo número de victorias que los Jets (editado, gracias joanfg).

Ya sabéis. Este finde, derbis. Que los disfrutéis. Y, ante todo, que gane el Dépor.