Este marzo, el del baloncesto universitario no es el único gran baile. La NFL se une a la danza. Esta offseason está deparando un baile de jugadores casi sin precedentes. El movimiento está siendo muy intenso. Un terremoto. El epicentro, el factor desencadenante, el despido de Manning. Menudo baile. Hasta quienes menos esperábamos responden que sí a la pregunta. Do you wanna dance?
La NFL no es solo el reino de la incertidumbre durante la temporada deportiva. No es solo la competición profesional más impredecible de cuantas se disputan en el planeta. Por eso despierta tanto interés. Es la mejor novela de misterio. Ni sus autores conocen el desenlace, siempre diferente, muchas veces sorprendente y plagado de momentos inolvidables. Esa es una de las principales claves de su éxito. Éxito deportivo y económico. Es la competición más rentable del mundo. Cada año más. Eso no sorprende.
Esta offseason también viene plagada de sorpresas. ¿Recordáis este momento?
Quién les iba a decir a los extasiados aficionados de los Broncos que ese pase es (probablemente) el último de Tim Tebow como local en Mile High. Igual que no daban crédito a lo que estaban entonces contemplando, no darían crédito a lo que estoy ahora mismo escribiendo.
Peyton Manning ha fichado por los Denver Broncos. Un auténtico sorpresón. Os lo decía cuando fue despedido de los Colts. Para qué vamos a hacer predicciones, si al final terminará donde menos sospechamos. No tengo ni idea, decía. Y tanto.
Pensaba en equipos sin un quarterback de confianza y con pocas opciones de cubrir la posición vía draft. Seattle, Miami, Arizona... Incluso, si me apuras, los Jets, de los que se habló mucho en principio. Nada, que no teníamos ni puta idea. Ninguno de esos teóricos favoritos de alzarse con el trofeo Manning llegaron siquiera a la final.
Los dos finalistas que se quedaron con la miel en los labios fueron Tennessee y San Francisco. Los Titans no eran una opción descabellada, pero tenían en plantilla a Jake Locker, a quien habían elegido en el 8.º puesto de la primera ronda del pasado draft. Y lo poco que se le vio la temporada pasada fue bastante prometedor. No era uno de los contendientes más claros por Manning. Y sin embargo fue el que apostó más fuerte por su fichaje. Básicamente, le dieron un cheque en blanco. Pide lo que quieras, que te lo damos. Después de tantos años sufriendo la tiranía de Peyton Manning, los Titans querían hacerse con sus servicios a toda costa. Claro que, me parece, daban por sentado algo sobre lo que todavía no existe certeza. Que el actual Peyton Manning es como aquel Peyton Manning. O parecido. Porque el actual es más viejo, más débil y más fragil que aquel.
El segundo soprendente finalista, que de hecho parecía el mejor postor por potencial de plantilla, era San Francisco. ¡Los 49ers! Con estos si que nadie contaba. Y conocimos su nombre al final del proceso. A toro pasado todos decían que tenía sentido, pero no nos engañemos, porque nadie contaba con ellos. Los 49ers contaban con un quarterback que había cumplido más que sobradamente esta temporada. Jim Harbaugh parecía haber recuperado para la causa a Alex Smith. Un jugador válido, que había demostrado tener lo que hay que tener en los momentos más importantes. Que se lo digan si no a los Saints. Pues bien, los 49ers han mostrado claramente que Alex Smith no les convence. Su comportamiento es más propio de un equipo desesperado que de un equipo que realmente confía en su quarterback. Smith ya estaba buscándose la vida lejos de San Francisco, así que con eso queda todo dicho. Harbaugh tiene el mismo trabajo que la temporada pasada: recuperar la confianza de un quarterback despreciado. Muy sorprendente. ¡Pero qué necesidad tenían los 49ers de meterse en este berenjenal! Después de encontrar una ruta hacia la victoria, deciden cambiar radicalmente su estilo. En fin.
Y llegamos al vencedor. ¡¡Los Denver Broncos!! Increíble. Sabéis que no soy de Tebow. No lo querría para mi equipo ni en pintura. Pero también resulta innegable que la gran mayoría de la afición de Denver lo adoraba. Y, aunque fuera ilusorio e injustificado, él había devuelto la ilusión a muchos aficionados por su equipo. Sigo pensando que él no fue el principal causante de las victorias de la segunda mitad de temporada en Denver, pero estaba ahí y muchos veían en él a un ganador. Un tipo con místicas cualidades que hacían a su equipo ganar. Sus compañeros, dicen los que le adoran, son mejores con él. Y sus rivales peores, también parecía. En cualquier caso, y aunque era notorio que no era santo de la devoción (nunca mejor dicho, aunque Tebow no crea en los santos) de John Elway, no podíamos esperar un movimiento de este calibre para dar la patada a Tebow.
Elway se la ha jugado. La apuesta no puede ser más arriesgada. Insisto, no sabemos cómo es este Peyton Manning. Este no es aquel. Este cumple 36 años el próximo sábado. Este viene de cuatro delicadas operaciones cervicales. Este ha tenido que someterse a las más innovadoras técnicas de curación para rehabilitar su dañado cuello. Este es de cristal. Aquel era de acero. Aquel no se había perdido ni un solo partido en toda su carrera por lesión. Aquel no tenía un cuello de cristal. Aquel tenía una franquicia entregada a él. Aquel tenía guardaespaldas y receptores de plena confianza. Aquel jugaba en un dome, en una atmósfera perfecta para un ataque aéreo. Este tendrá que enfrentarse a los elementos. Los Broncos juegan un solo partido a cubierto la temporada que viene, en Atlanta. Demasiadas incógnitas.
Hace un año, Denver contaba con tres quarterbacks que aspiraban a la titularidad. Kyle Orton, Tim Tebow y Brady Quinn. Os gustarán más o menos, pero Orton era un titular consolidado en la NFL y los otros dos habían sido elegidos en primera ronda del draft y habían completado carreras universitarias brillantes. Superávit de quarterbacks. Ahora, si (como parece) se confirma el traspaso de Tebow, los Broncos se verán en déficit de quarterbacks. Antes había una multitud de tres. De esos tres, en menos de un año, no quedará ni uno. Quedará solo un hombre de cristal. Como se lesione, veréis qué risas. En la vorágine por Manning, en el frenesí pujador, no eran los equipos los que entrevistaban al jugador para evaluar su fichaje. Nada de eso. Al contrario, era el jugador el que entrevistaba a los equipos. Las exigencias venían de Manning. Los que pujaban por él se rendían a sus pies. Y no sé si siendo plenamente conscientes de que Peyton Manning lleva una temporada completa sin jugar y con serias dudas sobre su rehabilitación. Unas dudas que no se han podido despejar todavía. ¿Resistirá el cuello de Peyton Manning a la embestida de las bestias? Aunque no estén primados por lesionar, os aseguro que para los Tamba Hali, Richard Seymour, Antonio Garay y demás cazadores, el trofeo Peyton Manning será muy apetecible. Es parte del fútbol americano. Tienes que estar listo para recibir.
Riesgo, mucho riesgo.
No solo se la ha jugado Elway. También el propio Peyton Manning. No creo que Denver sea la mejor opción. Para mí, era Arizona. Un equipo que juega en un dome. En la NFC Oeste, que a pesar de la espectacular pasada temporada de los 49ers sigue siendo una división flojilla. Con un tal Larry Fitzgerald para atrapar pases imposibles. Con promesas emergentes como Patrick Peterson que están revitalizando la franquicia. Con una presión mediática nula. En un destino que ya sirvió a un ilustre veterano como Kurt Warner para reeditar páginas brillantes. Pero los Cardinals no fueron ni finalistas. Ellos sabrán. Tampoco otros teóricos aspirantes como Seahawks o Dolphins.
En Denver, Manning se encontrará con la presión de ser el sustituto de Tebow. Este Manning es el que da la patada a Tebow. A poco que falle, se lo recordarán. Se lo recordará la prensa. Tebow es el fenómeno mediático más importante de la NFL en los últimos tiempos. Se lo recordará la afición. Recordemos que para que jugase Tebow los aficionados pagaban anuncios de su propio bolsillo. Denver viene de ser campeón de división. Sí, con 8-8, pero campeón de división. Y viene de ganar un partido de playoffs. Vamos, que los Broncos no están sumidos en una profunda depresión. No hay nada que perder. Además, el sistema ofensivo de Denver estaba basado casi exclusivamente en la carrera. Nada que ver con un Manningsistema. Completamente opuesto. Por eso se había prescindido de jugadores poco útiles para estos planteamientos como Brandon Lloyd. Ahora, además de adaptar la estrategia, de entrenar las nuevas jugadas, hay que fichar jugadores válidos para estos fines. Hacen falta receptores.
Como veis, mucha sorpresa y mucho riesgo. Hablando de riesgos y de sorpresas, el otro quarterback estrella de la agencia libre ha encontrado destino. Matt Flynn ha fichado por los Seattle Seahawks. Este jugador también presentaba un riesgo importante: solo había disputado dos partidos en su carrera profesional. Muy buenos, pero solo dos. Ante dos defensas muy flojas, como las de New England y Detroit. Y con un grupo de compañeros de ataque excepcional. Eso sí, el chico lo hizo de puta madre en esos dos partidos. Tanto, que le han dado un contratazo de 10 millones de dólares anuales. Matt Flynn va a ganar más dinero que Aaron Rodgers la próxima temporada. Sorprende.
Y hay otro tema que también sorprende mucho en el desenlace del tema Flynn. Una sorpresa que alimenta las sospechas sobre el grado de riesgo que conlleva el fichaje de este jugador: que los Miami Dolphins, entrenados por su antiguo coordinador ofensivo, no lo hayan fichado. Joe Philbin no ha echado el resto por el fichaje de Matt Flynn. Ni mucho menos. Y nadie conocía a Flynn mejor que Philbin. Él era el responsable del día a día de Flynn en Green Bay. Pero no lo quiso. O no lo quiso mucho. Dicho esto, también puede uno hacerse la pregunta inversa: ¿será tan bueno Joe Philbin si Matt Flynn, que tanto lo conocía, no ha querido irse con él? Otra sorpresa más. Eso sí, entre unas cosas y otras los Dolphins son los grandes perdedores de este gran baile. Ni Luck (esto lo sabíamos), ni Robert Griffin III, ni Manning, ni Flynn. Y si me apuras, ni Kyle Orton (fichado por Dallas), que visto el panorama parecería ahora una muy buena opción para Miami.
Ah, Miami. Equipo de Florida. Que necesita un quarterback. ¿Qué quarterback ahora en el mercado fue un ídolo en Florida? Bueno, hay otra franquicia de Florida, también necesitada de quarterback, que juega todavía más cerca de donde lo hacía ese afamado quarterback.
¿Veis? El baile no ha terminado, ni mucho menos.
martes, 20 de marzo de 2012
martes, 13 de marzo de 2012
Sanciones sin infracciones
Este es el problema de dejar hacer y deshacer al comisionado a su antojo. Venga, un poco de yaoslodije. En diciembre de 2010, en un artículo de pedante título, comentaba el sinsentido del régimen sancionador de la NFL. Un sinsentido que se resume en que no hay un código o norma escrita en donde figure qué no se puede hacer (las infracciones) y el castigo que lleva aparejada la comisión de las conductas prohibidas (las sanciones). Un absurdo. Una situación intolerable. No puedo actuar correctamente si no sé qué puedo hacer y qué no puedo hacer y, además, qué me pasa si hago lo que no puedo.
Un poquito de música antes de seguir con este farragoso tema. El sábado tenemos una excusa más para beber cerveza. Es San Patricio. En tan irlandés día, nada más irlandés que Dubliners y Pogues cantando The Irish Rover.
Vuelvo a intentar ser breve y lo más claro posible.
En casi todas las temporadas de NFL, las franquicias no pueden sobrepasar un tope salarial. En 2010 no hubo tope salarial. Insistimos, en 2010 no hubo tope salarial. El motivo, que era la última temporada en la que el anterior convenio colectivo estaba vigente. Y ese convenio colectivo establecía que en su última temporada de vigencia no habría tope salarial. ¿Ha quedado claro? En 2010 no había tope salarial.
Algunas franquicias aprovechan esta circunstancia para gastar más esa temporada. ¿Por qué no van a hacerlo, si no hay tope salarial? En particular, se dice que Redskins y Cowboys configuran sus contratos de larga duración con jugadores de forma que el grueso de sus salarios se cobra en 2010. Como esa temporada no hay tope y las demás sí lo habrá (o se prevé que lo haya), que cobren mucho en 2010 y poco en 2012, para tener "espacio libre" con el que fichar a otros. En un burdo ejemplo, si firmo un contrato de tres temporadas con un jugador por 12 millones de dólares, que cobre 10 en 2010, 1 en 2011 y 1 en 2012. Algo parecido a esto sucedía en el contrato de Miles Austin con los Cowboys.
Nada lo impide. Ni la propia NFL, que autoriza esos acuerdos.
El nuevo convenio sí establece un tope salarial. Pero no es retroactivo. Para 2012, es de 120,6 millones de dólares. Pero el tope de 2012 no se aplica a anteriores temporadas.
Pues bien, a escasas horas de que se abra la veda de fichajes, parece que la NFL va a sancionar a los Dallas Cowboys y a los Washington Redskins por inflar salarios en 2010 con el fin de tener más margen para fichar en posteriores temporadas. A los Redskins les "multa" con 36 millones de dólares que añadir a los que figuren en sus contratos y a los Cowboys con 10 millones. Es decir, que al total de salarios que figuren en los contratos, hay que añadir esas cifras. Su capacidad de adquisición de jugadores se merma significativamente. Eso sí, pueden repartir las "multas", como estimen conveniente, entre esta próxima temporada y la siguiente. ¿Sobre qué base? Sobre ninguna. Ni la conducta estaba tipificada como infracción ni existía una sanción para esa conducta.
Se dice que la liga considera que estas maniobras distorsionan la puridad de la competición, el equilibrio competitivo, puesto que da una ventaja ilícita a estos dos equipos, con más dinero que gastar que los demás por haber manipulado sus contratos de 2010. Se dice que habían dado instrucciones a los equipos para que no hiciesen esto en 2010. Unas difusas indicaciones, que se dieron con la necesaria precación para no infringir los términos del convenio colectivo. Y a las que, dicen, Cowboys y Redskins hicieron caso omiso. Pero, a la vez, la NFL autorizaba los contratos infractores.
En otras palabras, se les pretende castigar por un crimen que no han cometido. Podríamos denominar a Cowboys y Redskins los Equipos A.
¿Por qué se les sanciona ahora y no en 2011? La NFL dice que quería estudiar cuidadosamente qué medidas tomar. Otros señalan que la NFL prefería esperar para que el sindicato de jugadores no demandase a la NFL por imponer un tope salarial de facto en 2010 (como ahora está haciendo). Recordemos que son las franquicias las que desean que exista un tope y los jugadores los que prefieren evitarlo (de ese modo sus salarios pueden crecer hasta el infinito). Ahora que las aguas están más o menos calmadas, sanciona.
También se pretende disfrazar esta sanción (en toda regla) de acuerdo. Que no, que no es un castigo, sino una medida acordada para ajustar el gasto de cada franquicia. ¡Venga ya! Esto es una sanción en toda regla.
Un castigo, además de basado en la nada, extemporáneo. Un castigo que llega a escasas horas de abrirse el plazo para fichar a jugadores, por lo que rompe con toda la planificación que Cowboys y Redskins venían haciendo estos meses. Los planes, de repente, a la mierda. Más sangrante es el caso de Washington, que acaba de traspasar una tonelada de elecciones del draft (primeras rondas de 2012, 2013 y 2014 y una segunda ronda de 2012) para adquirir a Robert Griffin III. Ese traspaso se realizaba en un contexto. En un escenario en el que los Washington Redskins tenían 36 millones de dólares disponibles para ofrecer a jugadores sin contrato. 36 millones que ahora ya no tienen (aunque pueden repartir la sanción entre esta temporada y la siguiente). Vamos, que les han jodido bien la planificación deportiva.
En resumen, que se castiga a dos equipos por una conducta que no estaba prohibida y que la propia NFL autorizaba. Lío a la vista, porque (con razón) Cowboys y Redskins no están de acuerdo.
Vamos, que esto sí es una injusticia y no la basura que comentan día sí, día también los diarios (quizá deberíamos decir libelos) deportivos (quizá deberíamos decir arbitrales) españoles (quizá deberíamos decir m*****istas, barcelonistas o del equipo de turno). En vez de centrarse en esa basura conspiranoica y, de paso, perder la poca dignidad que les queda a algunos, podrían comentar los factores que de verdad impiden que exista una competición de verdad. Esos factores son puramente económicos, de reparto de ingresos. Eso no lo leeréis, porque a los burdos instrumentos propagandísticos de los equipos de turno no les conviene. Y como el desequilibrio financiero no es suficiente, necesitan también un aparato mediático que avasalle y condicione a los jueces de la competición. Pero qué asco, joder.
Sus periodistas (que son, de facto, suyos) presionan a los árbitros, cuyos errores son explicados con vomitivo cinismo desde el punto de vista de la conspiración. Ahí rige la presunción de culpabilidad. Si el juez yerra, yerra aposta. Si es que manda cojones. Los árbitros de fútbol fallan. No es fácil ver qué pasa. A veces ni con cuarenta repeticiones a cámara lenta conseguimos ver qué sucedió realmente. Como para verlo en directo, a pie de campo, con veintidós futbolistas sin ningún pudor en fingir, con tal de sacar una ventaja ilícita. Y luego el director del periódico de turno, el muy cabrón, dice que fallan aposta. Uno toma como prueba irrefutable las declaraciones de un exdirectivo de un club contra el que supuestamente ahora se conspira. Un directivo que ha sido demandado por la actual directiva. Y que dice que con su directiva el club vivía mejor, porque sabían cuidar el trato con las instituciones. Supuestamente, eso lo prueba todo. La palabra de ese pavo es la prueba definitiva. Vamos, no me jodas. Luego nos soprendemos de algunas sentencias de jurados populares. Cómo va a funcionar la institución del jurado popular si un individuo supuestamente culto considera que esas declaraciones prueban sus graves acusaciones. Tócate las pelotas.
Lo que presiona a los árbitros es la avalancha de los aparatos de propaganda, que distan mucho de ser medios deportivos. Sus portadas no tratan de deporte. Son basura encaminada a un claro fin: la victoria, cueste lo que cueste, de su equipo. Eso sí que presiona a los árbitros. Una portada tras otra, un análisis milimétrico de jugadas esporádicas, un (pre)juicio sobre la voluntariedad del error. Eso sí que fomenta el fallo. Un jugador falla más en situaciones de presión extrema. A ver si nos creemos que un árbitro no. Gracias a estos sinvergüenzas (que no tienen vergüenza, ni respeto por su profesión, ni por el deporte del que hablan) los árbitros errarán más. Qué asco. Por cierto, puestos a poner en duda la legitimidad de los triunfos, que lo hagan también con los de la selección española de fútbol. Ah, no, que eso no toca.
En fin, que el mundo es injusto. Vamos, que ninguna novedad en el frente.
P.S.: Brandon Marshall a los Bears. Como seguidor de los Packers, mi sesuda reflexión es mierda...
Un poquito de música antes de seguir con este farragoso tema. El sábado tenemos una excusa más para beber cerveza. Es San Patricio. En tan irlandés día, nada más irlandés que Dubliners y Pogues cantando The Irish Rover.
Vuelvo a intentar ser breve y lo más claro posible.
En casi todas las temporadas de NFL, las franquicias no pueden sobrepasar un tope salarial. En 2010 no hubo tope salarial. Insistimos, en 2010 no hubo tope salarial. El motivo, que era la última temporada en la que el anterior convenio colectivo estaba vigente. Y ese convenio colectivo establecía que en su última temporada de vigencia no habría tope salarial. ¿Ha quedado claro? En 2010 no había tope salarial.
Algunas franquicias aprovechan esta circunstancia para gastar más esa temporada. ¿Por qué no van a hacerlo, si no hay tope salarial? En particular, se dice que Redskins y Cowboys configuran sus contratos de larga duración con jugadores de forma que el grueso de sus salarios se cobra en 2010. Como esa temporada no hay tope y las demás sí lo habrá (o se prevé que lo haya), que cobren mucho en 2010 y poco en 2012, para tener "espacio libre" con el que fichar a otros. En un burdo ejemplo, si firmo un contrato de tres temporadas con un jugador por 12 millones de dólares, que cobre 10 en 2010, 1 en 2011 y 1 en 2012. Algo parecido a esto sucedía en el contrato de Miles Austin con los Cowboys.
Nada lo impide. Ni la propia NFL, que autoriza esos acuerdos.
El nuevo convenio sí establece un tope salarial. Pero no es retroactivo. Para 2012, es de 120,6 millones de dólares. Pero el tope de 2012 no se aplica a anteriores temporadas.
Pues bien, a escasas horas de que se abra la veda de fichajes, parece que la NFL va a sancionar a los Dallas Cowboys y a los Washington Redskins por inflar salarios en 2010 con el fin de tener más margen para fichar en posteriores temporadas. A los Redskins les "multa" con 36 millones de dólares que añadir a los que figuren en sus contratos y a los Cowboys con 10 millones. Es decir, que al total de salarios que figuren en los contratos, hay que añadir esas cifras. Su capacidad de adquisición de jugadores se merma significativamente. Eso sí, pueden repartir las "multas", como estimen conveniente, entre esta próxima temporada y la siguiente. ¿Sobre qué base? Sobre ninguna. Ni la conducta estaba tipificada como infracción ni existía una sanción para esa conducta.
Se dice que la liga considera que estas maniobras distorsionan la puridad de la competición, el equilibrio competitivo, puesto que da una ventaja ilícita a estos dos equipos, con más dinero que gastar que los demás por haber manipulado sus contratos de 2010. Se dice que habían dado instrucciones a los equipos para que no hiciesen esto en 2010. Unas difusas indicaciones, que se dieron con la necesaria precación para no infringir los términos del convenio colectivo. Y a las que, dicen, Cowboys y Redskins hicieron caso omiso. Pero, a la vez, la NFL autorizaba los contratos infractores.
En otras palabras, se les pretende castigar por un crimen que no han cometido. Podríamos denominar a Cowboys y Redskins los Equipos A.
¿Por qué se les sanciona ahora y no en 2011? La NFL dice que quería estudiar cuidadosamente qué medidas tomar. Otros señalan que la NFL prefería esperar para que el sindicato de jugadores no demandase a la NFL por imponer un tope salarial de facto en 2010 (como ahora está haciendo). Recordemos que son las franquicias las que desean que exista un tope y los jugadores los que prefieren evitarlo (de ese modo sus salarios pueden crecer hasta el infinito). Ahora que las aguas están más o menos calmadas, sanciona.
También se pretende disfrazar esta sanción (en toda regla) de acuerdo. Que no, que no es un castigo, sino una medida acordada para ajustar el gasto de cada franquicia. ¡Venga ya! Esto es una sanción en toda regla.
Un castigo, además de basado en la nada, extemporáneo. Un castigo que llega a escasas horas de abrirse el plazo para fichar a jugadores, por lo que rompe con toda la planificación que Cowboys y Redskins venían haciendo estos meses. Los planes, de repente, a la mierda. Más sangrante es el caso de Washington, que acaba de traspasar una tonelada de elecciones del draft (primeras rondas de 2012, 2013 y 2014 y una segunda ronda de 2012) para adquirir a Robert Griffin III. Ese traspaso se realizaba en un contexto. En un escenario en el que los Washington Redskins tenían 36 millones de dólares disponibles para ofrecer a jugadores sin contrato. 36 millones que ahora ya no tienen (aunque pueden repartir la sanción entre esta temporada y la siguiente). Vamos, que les han jodido bien la planificación deportiva.
En resumen, que se castiga a dos equipos por una conducta que no estaba prohibida y que la propia NFL autorizaba. Lío a la vista, porque (con razón) Cowboys y Redskins no están de acuerdo.
Vamos, que esto sí es una injusticia y no la basura que comentan día sí, día también los diarios (quizá deberíamos decir libelos) deportivos (quizá deberíamos decir arbitrales) españoles (quizá deberíamos decir m*****istas, barcelonistas o del equipo de turno). En vez de centrarse en esa basura conspiranoica y, de paso, perder la poca dignidad que les queda a algunos, podrían comentar los factores que de verdad impiden que exista una competición de verdad. Esos factores son puramente económicos, de reparto de ingresos. Eso no lo leeréis, porque a los burdos instrumentos propagandísticos de los equipos de turno no les conviene. Y como el desequilibrio financiero no es suficiente, necesitan también un aparato mediático que avasalle y condicione a los jueces de la competición. Pero qué asco, joder.
Sus periodistas (que son, de facto, suyos) presionan a los árbitros, cuyos errores son explicados con vomitivo cinismo desde el punto de vista de la conspiración. Ahí rige la presunción de culpabilidad. Si el juez yerra, yerra aposta. Si es que manda cojones. Los árbitros de fútbol fallan. No es fácil ver qué pasa. A veces ni con cuarenta repeticiones a cámara lenta conseguimos ver qué sucedió realmente. Como para verlo en directo, a pie de campo, con veintidós futbolistas sin ningún pudor en fingir, con tal de sacar una ventaja ilícita. Y luego el director del periódico de turno, el muy cabrón, dice que fallan aposta. Uno toma como prueba irrefutable las declaraciones de un exdirectivo de un club contra el que supuestamente ahora se conspira. Un directivo que ha sido demandado por la actual directiva. Y que dice que con su directiva el club vivía mejor, porque sabían cuidar el trato con las instituciones. Supuestamente, eso lo prueba todo. La palabra de ese pavo es la prueba definitiva. Vamos, no me jodas. Luego nos soprendemos de algunas sentencias de jurados populares. Cómo va a funcionar la institución del jurado popular si un individuo supuestamente culto considera que esas declaraciones prueban sus graves acusaciones. Tócate las pelotas.
Lo que presiona a los árbitros es la avalancha de los aparatos de propaganda, que distan mucho de ser medios deportivos. Sus portadas no tratan de deporte. Son basura encaminada a un claro fin: la victoria, cueste lo que cueste, de su equipo. Eso sí que presiona a los árbitros. Una portada tras otra, un análisis milimétrico de jugadas esporádicas, un (pre)juicio sobre la voluntariedad del error. Eso sí que fomenta el fallo. Un jugador falla más en situaciones de presión extrema. A ver si nos creemos que un árbitro no. Gracias a estos sinvergüenzas (que no tienen vergüenza, ni respeto por su profesión, ni por el deporte del que hablan) los árbitros errarán más. Qué asco. Por cierto, puestos a poner en duda la legitimidad de los triunfos, que lo hagan también con los de la selección española de fútbol. Ah, no, que eso no toca.
En fin, que el mundo es injusto. Vamos, que ninguna novedad en el frente.
P.S.: Brandon Marshall a los Bears. Como seguidor de los Packers, mi sesuda reflexión es mierda...
miércoles, 7 de marzo de 2012
Peyton Manning, despedido por los Colts: comienza el culebrón.
Esta vez sí, seré breve.
Ahí va solo Peyton Manning a buscarse la vida. Here I go again on my own, que dice Whitesnake.
Los Indianapolis Colts acaban de anunciar el despido de Peyton Manning. El equipo de Indianápolis (insisto, de Indianápolis, porque cuando estaban en Baltimore era otra cosa) siempre ha sido una mierda sin Manning. En su ausencia, un equipo perdedor. Con él, un equipo dominante, aunque en términos de anillos solo haya llegado uno.
Los Colts despiden a Manning por dinero. No solo por eso, pero el dinero es un factor de mucho peso. El propietario de los Colts lo negaba en la rueda de prensa de hoy, pero no es casualidad que Manning sea despedido el último día antes de que los Colts se tengan que comer su contrato (una parte sustancial de su sueldo). Si los Colts no hubiesen echado hoy a Manning, el quarterback tendría derecho a un pastizal.
Es, obviamente, una cuestión de dinero. Entre Manning y el Andrew Luck, el seguro nuevo quarterback de los Colts, podrían sumar 50 millones de dólares en salarios, una cifra totalmente inasumible. Nada quedaría para el resto de la plantilla.
Es también obvio que no solo el dinero es la causa. Hay otras dos: las dudas sobre la salud de Manning y la llegada de Luck. Si no existiesen dudas sobre la capacidad de Manning para seguir jugando a alto nivel y si los Colts no tuviesen derecho a elegir a la nueva gran esperanza de este deporte, la decisión habría sido probablemente distinta.
El resultado, el fin de una era. El sentimentalismo no ha influido en la decisión. No suele suceder en este deporte tan duro, también en los despachos.
No quiero ponerme a pensar en dónde terminará Manning. Entre otros motivos, porque no tengo ni idea. Por ahora no se retira. Si puede, seguirá. Su destino dependerá del draft y de Matt Flynn. Los equipos que tras el draft no vean cubierta la posición de quarterback satisfactoriamente y que no se decidan por Flynn, irán a por Manning.
Dos quarterbacks, dos riesgos. De Matt Flynn no sabemos si es realmente bueno. Dos partidos, por buenos que hayan sido, son insuficientes para evaluar la calidad de un jugador. De Peyton Manning no sabemos si su físico le permitirá seguir jugando a alto nivel.
Lo que más me asombra del asunto Manning es cómo ha caído.
Aquel sábado de la wild card round de hace un par de temporadas nadie podía pensar que sería su último partido como Colt. Jamás. Menos aún cuando, poco después, firma su renovación por la franquicia de Indianápolis por un salario récord.
Cuando empecé a escribir este blog, en la previa de la AFC Sur, auguraba diferentes resultados para los Colts con o sin Manning. Gogor me comentaba lo siguiente: Me gusta tu predicción de los dos escenarios. El único problema es que Manning no se ha perdido un partido en toda su carrera.
De repente, se descubre que el quarterback de salud de acero, recién renovado, está lesionado. ¿Cómo? Y encima, de gravedad. Sin haber jugado ningún partido entre medias. ¿Es que los Colts no lo sabían cuando firmaron el megacontrato en 2011? Con el grado de profesionalismo de las franquicias de NFL, resulta sorprendente. A la mínima duda sobre el estado físico del jugador, ese contrato no se debería de haber firmado. Insisto, esto es lo que más me asombra. Cómo el hombre de acero se ha convertido en el hombre de cristal.
A partir de ahora, ríos de tinta, impresa y cibernética, sobre su futuro. Un culebrón que no ha hecho más que empezar.
Ahí va solo Peyton Manning a buscarse la vida. Here I go again on my own, que dice Whitesnake.
Los Indianapolis Colts acaban de anunciar el despido de Peyton Manning. El equipo de Indianápolis (insisto, de Indianápolis, porque cuando estaban en Baltimore era otra cosa) siempre ha sido una mierda sin Manning. En su ausencia, un equipo perdedor. Con él, un equipo dominante, aunque en términos de anillos solo haya llegado uno.
Los Colts despiden a Manning por dinero. No solo por eso, pero el dinero es un factor de mucho peso. El propietario de los Colts lo negaba en la rueda de prensa de hoy, pero no es casualidad que Manning sea despedido el último día antes de que los Colts se tengan que comer su contrato (una parte sustancial de su sueldo). Si los Colts no hubiesen echado hoy a Manning, el quarterback tendría derecho a un pastizal.
Es, obviamente, una cuestión de dinero. Entre Manning y el Andrew Luck, el seguro nuevo quarterback de los Colts, podrían sumar 50 millones de dólares en salarios, una cifra totalmente inasumible. Nada quedaría para el resto de la plantilla.
Es también obvio que no solo el dinero es la causa. Hay otras dos: las dudas sobre la salud de Manning y la llegada de Luck. Si no existiesen dudas sobre la capacidad de Manning para seguir jugando a alto nivel y si los Colts no tuviesen derecho a elegir a la nueva gran esperanza de este deporte, la decisión habría sido probablemente distinta.
El resultado, el fin de una era. El sentimentalismo no ha influido en la decisión. No suele suceder en este deporte tan duro, también en los despachos.
No quiero ponerme a pensar en dónde terminará Manning. Entre otros motivos, porque no tengo ni idea. Por ahora no se retira. Si puede, seguirá. Su destino dependerá del draft y de Matt Flynn. Los equipos que tras el draft no vean cubierta la posición de quarterback satisfactoriamente y que no se decidan por Flynn, irán a por Manning.
Dos quarterbacks, dos riesgos. De Matt Flynn no sabemos si es realmente bueno. Dos partidos, por buenos que hayan sido, son insuficientes para evaluar la calidad de un jugador. De Peyton Manning no sabemos si su físico le permitirá seguir jugando a alto nivel.
Lo que más me asombra del asunto Manning es cómo ha caído.
Aquel sábado de la wild card round de hace un par de temporadas nadie podía pensar que sería su último partido como Colt. Jamás. Menos aún cuando, poco después, firma su renovación por la franquicia de Indianápolis por un salario récord.
Cuando empecé a escribir este blog, en la previa de la AFC Sur, auguraba diferentes resultados para los Colts con o sin Manning. Gogor me comentaba lo siguiente: Me gusta tu predicción de los dos escenarios. El único problema es que Manning no se ha perdido un partido en toda su carrera.
De repente, se descubre que el quarterback de salud de acero, recién renovado, está lesionado. ¿Cómo? Y encima, de gravedad. Sin haber jugado ningún partido entre medias. ¿Es que los Colts no lo sabían cuando firmaron el megacontrato en 2011? Con el grado de profesionalismo de las franquicias de NFL, resulta sorprendente. A la mínima duda sobre el estado físico del jugador, ese contrato no se debería de haber firmado. Insisto, esto es lo que más me asombra. Cómo el hombre de acero se ha convertido en el hombre de cristal.
A partir de ahora, ríos de tinta, impresa y cibernética, sobre su futuro. Un culebrón que no ha hecho más que empezar.
lunes, 5 de marzo de 2012
Primas y primos —y diez años después—
Me ahorro la introducción porque todos sabréis a estas alturas la que se ha montado. Ay, las primas.
Como también hablaremos del décimo aniversario de un magno evento, escuchemos a Ten Years After. I'd love to change the world.
En el deporte europeo se habla más de las primas a (y de) terceros. Las que pagan unos equipos a otros por vencer a su rival o (lo que sería realmente grave) por dejarse ganar. Ambas prohibidas, aunque las primas por ganar se toleran. Se sabe que existen y nadie persigue su pago. Por lo menos si es por ganar. Primas polémicas y un tanto puñeteras, en cualquier caso.
Más recientemente, en el ámbito financiero, la prima de riesgo. En el contexto de las emisiones de deuda pública, este término designa la diferencia de interés que ofrecen los bonos emitidos por un determinado estado en comparación con los del bono alemán. Los estados necesitan dinero para financiar sus operaciones (más dinero del que pueden obtener mediante tributos). Los banqueros particulares de los estados reclaman un interés por prestarles dinero a los estados. Cuanto mayor es el riesgo de impago que presenta un estado, mayor es el interés que exige el mercado (en cursiva, porque el mercado no existe, existen los agentes económicos, muchos de los cuales son unos hijos de la gran puta, uno de los motivos fundamentales por los que el liberalismo económico —la ausencia de normas que restrinjan la libertad de los agentes del mercado— NO FUNCIONA, a ver si nos enteramos). Los "titulares de la deuda de los estados", los que en primer término prestan dinero en las emisiones de deuda, pueden "vender" la posición deudora a otros individuos. En los mercados secundarios. Por eso la prima de riesgo varía constantemente. Porque la deuda se renegocia. Y si la diferencia entre lo que se paga por la deuda alemana (supuestamente la más segura) y la que se paga por un determinado estado es alta, señal de que la confianza del mercado en que ese estado pague a tiempo sus deudas es baja. Señal de que su economía va mal. Y como en estos días lo más importante no es que las condiciones de vida de los ciudadanos de un estado sean las mejores, sino que los acreedores de esos estados cobren, a apretarse el cinturón. Otra prima puñetera, la prima de riesgo.
La NFL tiene también su prima puñetera. La prima por lesión. O, mejor dicho, por excluir al rival del partido. La historia es conocida. La NFL ha descubierto que durante las tres últimas temporadas en la defensa de los Saints se había establecido un programa de incentivos económicos en virtud del cual si un jugador conseguía que un rival abandonase temporalmente un partido, se ganaba diez mil dólares. Si el abandono del partido era definitivo, la prima ascendía a quince mil dólares. El cerebro de la trama, que diría un periodista de investigación, era el coordinador defensivo, Gregg Williams. Ahora parece que Williams había implantado el mismo sistema en anteriores equipos (señaladamente, Bills y Redskins). Formaba parte de su filosofía de trabajo. Una filosofía que el head coach, Sean Payton, y el general manager, Mickey Loomis, conocían y consentían.
El escándalo es de una dimensión mayúscula. Las sanciones que podrían imponerse a Williams, Payton, Loomis y a los Saints son muy importantes. Además de las multas económicas correspondientes, a los tres primeros se les podría inhabilitar, mientras que los Saints podrían perder elecciones en el draft. Como dice Peter King, es un mal momento para estar en el lado equivocado en asuntos relacionados con la salud de los jugadores.
Si es que hay que ser primo.
No pretendo defender a los Saints, aunque al final va a salir un poco así. La conducta de los responsables del asunto es deplorable. Pero tampoco hay que ser iluso. Cuántas veces habremos escuchado a un defensor decir antes de un partido que su objetivo es sacar a un determinado jugador (a golpes) de un partido. En particular, a un quarterback. Sin dinero de por medio, eso sí. Pero lo dicen igualmente. Y no pasa nada. Cuidado, con esto no quiero decir que si lo hacen todos está bien. No. Que una conducta sea peor que otra no mejora la condición de la segunda, que puede ser igualmente mala.
Pero no olvidemos que la NFL es un deporte de colisión, y el defensor está habilitado para golpear. Es más, está obligado a hacerlo. Dentro de unos límites (los que marca el reglamento), sin duda, pero no pequemos de ilusos: cualquier defensor presumirá de mandar a un jugador rival a la grada. Seguro.
¿Es censurable que se ofrezcan incentivos económicos por lesionar a un rival? Sí. Es desleal con el compañero. Pero tampoco nos rasguemos las vestiduras, porque el noqueo es un trofeo que todo defensor persigue y celebra. Lo realmente censurable es que se utilicen malas artes. Que los golpes sean ilegales. La marrullería es el principal problema. El dinero también, pero el juego sucio es lo peor. Lo que debemos ahora analizar es si la defensa de los Saints ha sido marrullera durante estas tres temporadas.
Dicho esto, me hace gracia el doble rasero de algunos. No pocos admiraban a los Oakland Raiders de los setenta. Un equipo que no se caracterizaba precisamente por el respeto al rival ni al reglamento. Atención a este vídeo, en especial desde el minuto 1:33.
¿Son aquellos Raiders un equipo despreciado hoy en día? Creo que más bien al revés. Se trata de un equipo que se recuerda más bien con admiración.
Ojo, no pretendo defender a los Saints. Insisto, sus primas por lesión son despreciables. De una bajeza moral totalmente deleznable. Pero no nos pasemos, o por lo menos midamos a todos con el mismo rasero. Si bien hoy se sabe hacer mucho más daño que entonces, el juicio que deben merecer las acciones antideportivas debería ser el mismo.
Pero es que además los Saints son unos primos. Hoy todo el mundo habla del sucio golpe a Brett Favre en la célebre final de la NFC. Esa fue, supuestamente, la primera temporada en la que el programa de primas por lesión estuvo vigente. Entonces la defensa de los Saints, sin ser ni mucho menos gran cosa, por lo menos funcionaba decentemente. Su oportunismo la salvaba.
En las dos temporadas siguientes, ni siquiera. Si de algo es ejemplo la defensa primada por lesionar es de ineptitud defensiva. De ineptitud de la hostia. Nada tiene que ver con aquellos sucios Raiders. Aquellos Raiders por lo menos eran efectivos. Estos Saints, no. De hecho, la defensa es la principal culpable del fracaso de su equipo en las dos últimas temporadas. Un ejemplo de cómo no se debe placar. Un chollo para los rivales. Un puto chollo.
¿O es que ya nos hemos olvidado del touchdown de Marshawn Lynch en la wild card de hace un par de temporada?
Esa jugada es solo una muestra. Una muestra muy representativa de lo que viene siendo estos años la defensa de los Saints. Un auténtico desastre incapaz de placar.
Unos primos, eso es lo que son.
Ahora algunos pongan en duda la legitimidad de su anillo. Vamos, no me jodas. ¿Su anillo se debió a su abuso de golpes ilegales? Rotundamente, no. Su anillo fue más que merecido. No tengo ninguna duda de ello. Fueron campeones porque esa temporada fueron los mejores, y no fueron los mejores porque su defensa estuviese primada para lesionar. Quien defienda lo contrario, que muestre por favor acciones que lo prueben. Y no me vale un golpe a un jugador. Los Vikings perdieron aquella final principalmente por errores propios. Recordemos los doce jugadores en el huddle (¡viniendo de un tiempo muerto!) y la intercepción subsiguiente. Lo demás, milongas.
No es mi intención defender lo indefendible, pero creo que hay que poner las cosas en su contexto. Parecía que en los últimos años veíamos partidos de la National Flag Football League, que este ya no era un deporte de homres sino de nenazas, y ahora nos damos cuenta de que cuando veíamos a los Saints contemplábamos a un equipo sanguinario. Perdonad que, visto lo visto, lo dude.
Iba a decir que ahora lo suyo es que a los responsables les caigan las sanciones correspondientes, pero en el peculiar sistema sancionador de la NFL, en el que las infracciones y sanciones no están escritas, predeterminadas, el amo Goodell es el que hace y deshace a su antojo. Pues nada, que sea lo que Goodell quiera.
* * *
Mañana martes hace ya diez años de esto. Diez años después.
No diré que parece que fue ayer, porque las cosas han cambiado tanto que parece que ha pasado una eternidad desde entonces. Hace diez años jugábamos una final de Copa y disputábamos la Champions. Después de aquella final jugamos en Highbury, en otro partido inolvidable (la crónica que enlazo está a la altura de ese partido). Ahora estamos en Segunda y los escenarios son muy diferentes.
Pero ojo, que tampoco estamos tan mal. De hecho, creo que estamos mejor que durante las cinco temporadas anteriores. ¿Por qué? Porque este era el aspecto de la grada de Riazor el pasado viernes en el partido contra el Alcorcón.
Durante las últimas temporadas en Primera, los años de Caparrós y Lotina, la asistencia no llegaba ni a la mitad de lo que veis ahí. Riazor era uno de los estadios más desangelados de España. Muy triste. Los aficionados también tuvimos mucha culpa de la decadencia, no pretendo ahora presumir de lo que no corresponde. Nada que ver con lo que muestra la anterior imagen. Por suerte, en este aspecto, para mí muy importante, hemos mejorado mucho.
No sé si representaré el sentimiento de más gente, pero creo que este descenso, por contradictorio que parezca, nos ha devuelto la ilusión en el Dépor. Quien no se consuela es porque no quiere, quizá penséis. Probablemente llevéis razón, pero a las pruebas de la grada me remito. El ajuste de los precios de las entradas de Riazor a su valor real tiene mucho que ver, sin duda. Pero con casi los mismos precios en los abonos, el número de abonados es hoy muy superior al las últimas temporadas de Primera. Lo mismo en los desplazamientos a otros estadios. Al partido del próximo domingo en Guadalajara creo que iremos más de mil deportivistas. Muchos iremos desde Madrid, pero la mayoría desde Galicia y por carretera. No está precisamente cerca. Y por mucho que nos desvivamos por estos temas, que lo hacemos, no son más que una alternativa de ocio. Y como alternativa de ocio, el Dépor ha mejorado mucho esta temporada.
Es más, el viernes pasado engañé a unos compañeros de curro para quedar a tomar unas cañas en un bar en el que sabía que iban a poner el partido del Dépor. Lo que no sabía es que, en pleno centro de Madrid, cerca de la glorieta de Bilbao, me iba a encontrar con un bar abarrotado —casi ni se podía entrar— de gente con camisetas del Dépor y absolutamente abducida por un Dépor-Alcorcón. Ojo, un Dépor-Alcorcón. Mis compañeros fliparon. Con un ambiente que no encontraríamos diez años antes (en Madrid) ni de coña.
Eso sí, que el Estu no siga el mismo rumbo —mucho me temo que suceda—, porque en ese caso desaparecemos seguro. El baloncesto no es el fútbol. El descenso implica la desaparición. El plan de viabilidad aprobado tras el concurso de acreedores es insostenible en LEB. Y si el plan no se cumple, la sociedad desaparece.
Cualquier tiempo pasado fue anterior, pero merece la pena brindar por ese tiempo anterior cuyas cotas probablemente no volvamos a alcanzar jamás. O sí. Quién sabe.
En un día como hoy, recordemos cómo entrábamos en aquel estadio como corderos que llegaban al matadero. Recordemos aquel cumpleaños feliz que cantábamos en los últimos minutos de la primera parte. Recordemos aquellos abrazos con desconocidos. Recordemos el sufrimiento de la segunda parte cuando parecía que no íbamos a llegar a la meta. Recordemos la explosión de euforia cuando terminó el partido. Recordemos a qué equipo derrotábamos, en qué lugar y en qué fecha. Solo recuerdos, pero qué recuerdos.
Y como de recuerdos no se vive, el sábado viajaremos a Guadalajara a pasárnoslo de puta madre. Quién sabe si saldremos escaldados, como de otros estadios de Segunda. Aunque eso no es lo más importante. Porque, mal que bien, aún nos lo podemos pasar de puta madre.
Como también hablaremos del décimo aniversario de un magno evento, escuchemos a Ten Years After. I'd love to change the world.
En el deporte europeo se habla más de las primas a (y de) terceros. Las que pagan unos equipos a otros por vencer a su rival o (lo que sería realmente grave) por dejarse ganar. Ambas prohibidas, aunque las primas por ganar se toleran. Se sabe que existen y nadie persigue su pago. Por lo menos si es por ganar. Primas polémicas y un tanto puñeteras, en cualquier caso.
Más recientemente, en el ámbito financiero, la prima de riesgo. En el contexto de las emisiones de deuda pública, este término designa la diferencia de interés que ofrecen los bonos emitidos por un determinado estado en comparación con los del bono alemán. Los estados necesitan dinero para financiar sus operaciones (más dinero del que pueden obtener mediante tributos). Los banqueros particulares de los estados reclaman un interés por prestarles dinero a los estados. Cuanto mayor es el riesgo de impago que presenta un estado, mayor es el interés que exige el mercado (en cursiva, porque el mercado no existe, existen los agentes económicos, muchos de los cuales son unos hijos de la gran puta, uno de los motivos fundamentales por los que el liberalismo económico —la ausencia de normas que restrinjan la libertad de los agentes del mercado— NO FUNCIONA, a ver si nos enteramos). Los "titulares de la deuda de los estados", los que en primer término prestan dinero en las emisiones de deuda, pueden "vender" la posición deudora a otros individuos. En los mercados secundarios. Por eso la prima de riesgo varía constantemente. Porque la deuda se renegocia. Y si la diferencia entre lo que se paga por la deuda alemana (supuestamente la más segura) y la que se paga por un determinado estado es alta, señal de que la confianza del mercado en que ese estado pague a tiempo sus deudas es baja. Señal de que su economía va mal. Y como en estos días lo más importante no es que las condiciones de vida de los ciudadanos de un estado sean las mejores, sino que los acreedores de esos estados cobren, a apretarse el cinturón. Otra prima puñetera, la prima de riesgo.
La NFL tiene también su prima puñetera. La prima por lesión. O, mejor dicho, por excluir al rival del partido. La historia es conocida. La NFL ha descubierto que durante las tres últimas temporadas en la defensa de los Saints se había establecido un programa de incentivos económicos en virtud del cual si un jugador conseguía que un rival abandonase temporalmente un partido, se ganaba diez mil dólares. Si el abandono del partido era definitivo, la prima ascendía a quince mil dólares. El cerebro de la trama, que diría un periodista de investigación, era el coordinador defensivo, Gregg Williams. Ahora parece que Williams había implantado el mismo sistema en anteriores equipos (señaladamente, Bills y Redskins). Formaba parte de su filosofía de trabajo. Una filosofía que el head coach, Sean Payton, y el general manager, Mickey Loomis, conocían y consentían.
El escándalo es de una dimensión mayúscula. Las sanciones que podrían imponerse a Williams, Payton, Loomis y a los Saints son muy importantes. Además de las multas económicas correspondientes, a los tres primeros se les podría inhabilitar, mientras que los Saints podrían perder elecciones en el draft. Como dice Peter King, es un mal momento para estar en el lado equivocado en asuntos relacionados con la salud de los jugadores.
Si es que hay que ser primo.
No pretendo defender a los Saints, aunque al final va a salir un poco así. La conducta de los responsables del asunto es deplorable. Pero tampoco hay que ser iluso. Cuántas veces habremos escuchado a un defensor decir antes de un partido que su objetivo es sacar a un determinado jugador (a golpes) de un partido. En particular, a un quarterback. Sin dinero de por medio, eso sí. Pero lo dicen igualmente. Y no pasa nada. Cuidado, con esto no quiero decir que si lo hacen todos está bien. No. Que una conducta sea peor que otra no mejora la condición de la segunda, que puede ser igualmente mala.
Pero no olvidemos que la NFL es un deporte de colisión, y el defensor está habilitado para golpear. Es más, está obligado a hacerlo. Dentro de unos límites (los que marca el reglamento), sin duda, pero no pequemos de ilusos: cualquier defensor presumirá de mandar a un jugador rival a la grada. Seguro.
¿Es censurable que se ofrezcan incentivos económicos por lesionar a un rival? Sí. Es desleal con el compañero. Pero tampoco nos rasguemos las vestiduras, porque el noqueo es un trofeo que todo defensor persigue y celebra. Lo realmente censurable es que se utilicen malas artes. Que los golpes sean ilegales. La marrullería es el principal problema. El dinero también, pero el juego sucio es lo peor. Lo que debemos ahora analizar es si la defensa de los Saints ha sido marrullera durante estas tres temporadas.
Dicho esto, me hace gracia el doble rasero de algunos. No pocos admiraban a los Oakland Raiders de los setenta. Un equipo que no se caracterizaba precisamente por el respeto al rival ni al reglamento. Atención a este vídeo, en especial desde el minuto 1:33.
¿Son aquellos Raiders un equipo despreciado hoy en día? Creo que más bien al revés. Se trata de un equipo que se recuerda más bien con admiración.
Ojo, no pretendo defender a los Saints. Insisto, sus primas por lesión son despreciables. De una bajeza moral totalmente deleznable. Pero no nos pasemos, o por lo menos midamos a todos con el mismo rasero. Si bien hoy se sabe hacer mucho más daño que entonces, el juicio que deben merecer las acciones antideportivas debería ser el mismo.
Pero es que además los Saints son unos primos. Hoy todo el mundo habla del sucio golpe a Brett Favre en la célebre final de la NFC. Esa fue, supuestamente, la primera temporada en la que el programa de primas por lesión estuvo vigente. Entonces la defensa de los Saints, sin ser ni mucho menos gran cosa, por lo menos funcionaba decentemente. Su oportunismo la salvaba.
En las dos temporadas siguientes, ni siquiera. Si de algo es ejemplo la defensa primada por lesionar es de ineptitud defensiva. De ineptitud de la hostia. Nada tiene que ver con aquellos sucios Raiders. Aquellos Raiders por lo menos eran efectivos. Estos Saints, no. De hecho, la defensa es la principal culpable del fracaso de su equipo en las dos últimas temporadas. Un ejemplo de cómo no se debe placar. Un chollo para los rivales. Un puto chollo.
¿O es que ya nos hemos olvidado del touchdown de Marshawn Lynch en la wild card de hace un par de temporada?
Esa jugada es solo una muestra. Una muestra muy representativa de lo que viene siendo estos años la defensa de los Saints. Un auténtico desastre incapaz de placar.
Unos primos, eso es lo que son.
Ahora algunos pongan en duda la legitimidad de su anillo. Vamos, no me jodas. ¿Su anillo se debió a su abuso de golpes ilegales? Rotundamente, no. Su anillo fue más que merecido. No tengo ninguna duda de ello. Fueron campeones porque esa temporada fueron los mejores, y no fueron los mejores porque su defensa estuviese primada para lesionar. Quien defienda lo contrario, que muestre por favor acciones que lo prueben. Y no me vale un golpe a un jugador. Los Vikings perdieron aquella final principalmente por errores propios. Recordemos los doce jugadores en el huddle (¡viniendo de un tiempo muerto!) y la intercepción subsiguiente. Lo demás, milongas.
No es mi intención defender lo indefendible, pero creo que hay que poner las cosas en su contexto. Parecía que en los últimos años veíamos partidos de la National Flag Football League, que este ya no era un deporte de homres sino de nenazas, y ahora nos damos cuenta de que cuando veíamos a los Saints contemplábamos a un equipo sanguinario. Perdonad que, visto lo visto, lo dude.
Iba a decir que ahora lo suyo es que a los responsables les caigan las sanciones correspondientes, pero en el peculiar sistema sancionador de la NFL, en el que las infracciones y sanciones no están escritas, predeterminadas, el amo Goodell es el que hace y deshace a su antojo. Pues nada, que sea lo que Goodell quiera.
* * *
Mañana martes hace ya diez años de esto. Diez años después.
No diré que parece que fue ayer, porque las cosas han cambiado tanto que parece que ha pasado una eternidad desde entonces. Hace diez años jugábamos una final de Copa y disputábamos la Champions. Después de aquella final jugamos en Highbury, en otro partido inolvidable (la crónica que enlazo está a la altura de ese partido). Ahora estamos en Segunda y los escenarios son muy diferentes.
Pero ojo, que tampoco estamos tan mal. De hecho, creo que estamos mejor que durante las cinco temporadas anteriores. ¿Por qué? Porque este era el aspecto de la grada de Riazor el pasado viernes en el partido contra el Alcorcón.
Durante las últimas temporadas en Primera, los años de Caparrós y Lotina, la asistencia no llegaba ni a la mitad de lo que veis ahí. Riazor era uno de los estadios más desangelados de España. Muy triste. Los aficionados también tuvimos mucha culpa de la decadencia, no pretendo ahora presumir de lo que no corresponde. Nada que ver con lo que muestra la anterior imagen. Por suerte, en este aspecto, para mí muy importante, hemos mejorado mucho.
No sé si representaré el sentimiento de más gente, pero creo que este descenso, por contradictorio que parezca, nos ha devuelto la ilusión en el Dépor. Quien no se consuela es porque no quiere, quizá penséis. Probablemente llevéis razón, pero a las pruebas de la grada me remito. El ajuste de los precios de las entradas de Riazor a su valor real tiene mucho que ver, sin duda. Pero con casi los mismos precios en los abonos, el número de abonados es hoy muy superior al las últimas temporadas de Primera. Lo mismo en los desplazamientos a otros estadios. Al partido del próximo domingo en Guadalajara creo que iremos más de mil deportivistas. Muchos iremos desde Madrid, pero la mayoría desde Galicia y por carretera. No está precisamente cerca. Y por mucho que nos desvivamos por estos temas, que lo hacemos, no son más que una alternativa de ocio. Y como alternativa de ocio, el Dépor ha mejorado mucho esta temporada.
Es más, el viernes pasado engañé a unos compañeros de curro para quedar a tomar unas cañas en un bar en el que sabía que iban a poner el partido del Dépor. Lo que no sabía es que, en pleno centro de Madrid, cerca de la glorieta de Bilbao, me iba a encontrar con un bar abarrotado —casi ni se podía entrar— de gente con camisetas del Dépor y absolutamente abducida por un Dépor-Alcorcón. Ojo, un Dépor-Alcorcón. Mis compañeros fliparon. Con un ambiente que no encontraríamos diez años antes (en Madrid) ni de coña.
Eso sí, que el Estu no siga el mismo rumbo —mucho me temo que suceda—, porque en ese caso desaparecemos seguro. El baloncesto no es el fútbol. El descenso implica la desaparición. El plan de viabilidad aprobado tras el concurso de acreedores es insostenible en LEB. Y si el plan no se cumple, la sociedad desaparece.
Cualquier tiempo pasado fue anterior, pero merece la pena brindar por ese tiempo anterior cuyas cotas probablemente no volvamos a alcanzar jamás. O sí. Quién sabe.
En un día como hoy, recordemos cómo entrábamos en aquel estadio como corderos que llegaban al matadero. Recordemos aquel cumpleaños feliz que cantábamos en los últimos minutos de la primera parte. Recordemos aquellos abrazos con desconocidos. Recordemos el sufrimiento de la segunda parte cuando parecía que no íbamos a llegar a la meta. Recordemos la explosión de euforia cuando terminó el partido. Recordemos a qué equipo derrotábamos, en qué lugar y en qué fecha. Solo recuerdos, pero qué recuerdos.
Y como de recuerdos no se vive, el sábado viajaremos a Guadalajara a pasárnoslo de puta madre. Quién sabe si saldremos escaldados, como de otros estadios de Segunda. Aunque eso no es lo más importante. Porque, mal que bien, aún nos lo podemos pasar de puta madre.
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